El diestro presentó ayer en Sevilla su biografía, escrita mano a mano con Andrés Amorós, “Un torero para la historia”

 Unos minutos de conversación son suficientes para darse cuenta de que Enrique Ponce es, además de uno de los diestros más importantes de nuestra historia, una buena persona. Amante de su mujer, Paloma Cuevas, y “padrazo” de sus hijas, Paloma y Bianca, el matador realizó ayer una visita fugaz a Sevilla para presentar su biografía, “Un torero para la historia” –escrita junto a Andrés Amorós-, y participar en el ciclo “Mano a mano” de Cajasol. Unas escasas horas en Sevilla durante las que Ponce concedió una exclusiva entrevista para nuestra revista.

-¿Cómo valora este ejercicio de memoria que es escribir una biografía?

-Bueno es un proyecto que se ha ido haciendo poco a poco. La idea surgió hace dos años y la verdad es que ha sido divertido. Me he descubierto un poco más. A veces te pones a pensar en cosas logradas y, cuando haces un repaso, te sorprendes.

-Pero es bastante tímido, ¿no? ¿No le ha resultado complicado mostrarse tanto?

-Sí, soy muy tímido pero es la historia de un torero y, aunque haya cosas personales, no tengo nada que ocultar. Soy muy claro y transparente. He llevado una vida ordenada y nada polémica pero no por ello no ha sido una vida menos bonita. Imagínate, una persona que viene de un pueblo, sin afición a los toros en la familia, y que logra su sueño…

-Lo que pasa es que, en su caso, el torero y la figura mediática van de la mano…

-Soy consciente. Una figura del toreo debe tener una parte más popular. Podré gustar más o menos a la gente pero el arte es así y lo que nadie puede dudar es que la mía es una trayectoria conseguida por mí mismo, con mi esfuerzo y mi lucha.

-¿Qué ha sido lo mejor y lo menos bueno?

-Lo mejor lograr la meta que me tracé con seis años, cuando empecé a querer ser lo que soy y lo pero tal vez el sacrificio de irme de casa con trece años y dejar a mis hermanos y, en general, mi familia.

-Imagino que Paloma Cuevas, su mujer, ocupa un lugar importante en el camino, ¿verdad?

-Claro. Nos conocimos muy jóvenes. Ella tenía 22 y yo 24. Paloma me ha dado un amor precioso y una estabilidad emocional importante que, para este trabajo mío, es esencial. Tener una mujer que te quiera, te comprenda… He estado pleno. Luego vinieron mis hijas para las que esperé porque no quería que me pasara como había visto con otros compañeros, que tenían niños y no podían cuidar de ellos. Yo pude ver el alumbramiento de las dos y eso me ha enriquecido muchísimo.

-¿Ejerce de padre?

-Pues sí aunque Paloma es una madraza. Los dos estamos pendientes de las niñas y yo trato de pasar con ellas el máximo tiempo posible haciendo lo que toque, desde cambiar pañales a darles de comer. Bianca tiene un año y tres meses y Palomita cinco años. Es muy presumida y muy femenina.

-Y a partir de ahora, ¿qué pasa?

-Pues hay que seguir. Soy muy consciente de que no me quedan muchas temporadas. Son muchos años. Siempre me ha gustado vivir el día a día y no mirar hacia adelante. Yo lo sentiré y seré el primero en decir adiós. Aún así, me mantengo con la misma ilusión del principio… o más. Trato de perfeccionar mi toreo. Tengo 41 años y quiero disfrutar, hacer las ferias y las plazas que me apetezcan y estar con los míos.