“Las mejores rutas por el mundo en moto” es un compendio de algunos de los viajes realizados por este gallego que, a lo largo de 190 páginas con innumerables fotografías, desvela lugares curiosos e inusuales de cuarenta países, cercanos y remotos, y los consejos prácticos que te ayudarán si te animas a visitarlos.
Ha pasado la noche en viviendas inhóspitas de países en guerra o ha presenciado un atentado talibán a menos de quince metros mientras recorría en moto los cinco continentes viviendo experiencias que contaba en la web www.saliadarunavuelta.com y que han servido para escribir un libro donde narra unos larguísimos viajes que, a sus 41 años, han cambiado su percepción de la vida.
-Su afición por la moto no es desde niño como cabría esperar, ¿verdad?
-La culpa es de Alberto Ruiz Gallardón, que convirtió a Madrid en un atasco colosal y, en medio de una tremenda caravana de coches, vi como pasaba uno, feliz, haciendo “eses”, tan pancho con su moto. Ahí decidí que sería mi medio de transporte.
-¿Y la atracción por los largos viajes?
-El primero fue en Japón. Ahí alquilé una moto con GPS que, además de llevarte a los sitios, tenía unos altavoces en los cascos que te iban indicando los monumentos y particularidades de lo que iba apareciendo en mi camino. Ahora digo que soy un casanova de los países porque, igual que él no sabia la mujeres que había conquistado, yo no sé los lugares que he visitado. Creo que como unos 80…
-¿No le asusta ir a lo desconocido usted solo?
-Soy hijo único y la soledad nunca me ha asustado. Los viajes son más cómodos sin compañía, los éxitos los disfruto y los fracasos me los como yo mismo. Así no siento culpabilidad por arrastrar a nadie a un hotel nauseabundo con camas donde parece que ha pasado los últimos meses de su vida un leproso. Para recorrer un camino necesitas una persona con la que te complementes a la perfección, con los mismos gustos y necesidades, y eso es difícil, por lo que siempre uno va al remolque del otro.
-¿Ha sentido miedo?
-Vivimos demasiado aterrorizados por las consecuencias de nuestros actos. Subsistir vas a subsistir siempre y te aseguro que el mundo es mucho más dulce, acogedor y dócil de lo que pensamos. Estamos demasiado apegados a estereotipos que nos dan los medios de comunicación pero en todos sitios queda gente muy buena, incluso en lugares con guerras se puede gozar de tranquilidad.
-¿Que aporta viajar tanto?
-Cuando tenía ocho días de vacaciones al año me iba muy lejos y me servía de válvula de escape. Todos los viajes te cambian la vida de alguna forma. Yo he aprendido mucho. Ahora me preocupo mucho menos del futuro porque he conocido a gente que no sabe si lo tendrá y que intenta defenderse en el día a día. Ahora no compro nada, soy más parco y resisto mejor las incomodidades. Tengo más confianza en el ser humano, mayor empatía. Soy más solidario y cercano con el prójimo…
-Con un mundo tan variopinto, supongo que cada persona tiene su lugar ideal aunque nunca lo conozca…
-Yo me he sentido mucho más cómodo en otras tierras que en la mía propia. Tenemos la posibilidad de elegir donde queremos vivir y no lo hacemos por el vértigo que da la incertidumbre, lo desconocido, pero me parece un sacrilegio desaprovechar esa opción. En África, por ejemplo, ni podrían plantearse esta cuestión, porque están apartados, desconectados del resto, con una existencia que es la que es porque no les queda otra y la traen marcada de nacimiento.
-Busquemos un viaje perfecto para cada persona… ¿Dónde debe ir un nostálgico, un romántico, alguien alegre…?
-Camboya transmite melancolía porque tiene un pasado cercano muy triste, igual que sucede en Nicaragua, azotada por guerrillas y terremotos. París o Venecia son románticas pero muy “trilladas”… Escogería Zanzibar, una isla del índico con paisajes de ensueño. La alegría desborda Tailandia, que además se le llama la “tierra de la sonrisa”, pero también son explosivos y felices en Brasil.
-¿El destino más barato y aquel en el que poder derrochar los que tienen dinero?
-Perú tiene la mayor biodiversidad del planeta y buena gastronomía a precios ridículos. En el opuesto estaría Australia, que es obscenamente caro pero con una calidad arrolladora. Sidney es una ciudad increíble en muchos sentidos.
