Después de la trascendencia que ha tenido la publicación que hice del texto de la reciente entrevista a Meryl Streep, donde la actriz realizaba una declaración vital de intenciones, llegó a mis manos (y a mis oídos) la nueva canción de Shaila Dúrcal, “No me interesa”, en la que la hija de Rocío viene a decirle a uno que la tiene hasta el pelo que, haga lo que haga –como si se quiere morir-, a ella ya le da igual.
El caso es que, esta semana en la que he compartido ratitos con tanta gente –y tan diversa-, he comprobado que ésta tendencia al “pasotismo” parece estar de moda motivada, supongo, a que nos hemos cansado de aguantar de todo y a todos y entramos en una etapa en la que, quien quiera algo, nos lo tiene que demostrar. A mí por lo menos, que tiendo a entregarme bastante, me ha llegado el momento de abrir los ojos, hablar claro y sin miedo y, especialmente, centrarme en aquello y aquellos que se acercan para aportar algo positivo.
Por eso, echando un vistazo a las noticias sociales, he de reconocer que “no me interesan” nada Chabelita y su ex, o lo que sea, Alberto Isla. Dos adolescentes que tienen el país revolucionado a cuenta de sus idas y venidas “amorosas” y que han logrado sacar de sus casillas, de nuevo, a la matriarca del clan, “la” Pantoja, a cuya vera la niña ha tenido que volver con la cabeza gacha arrepentida de su mayúscula metedura de pata y coincidiendo con el cumple de la “mama” (del que han colgado un “selfie” muy acarameladas). Un tema aburrido, previsible, cansino y muy poco enriquecedor.
Pero, la verdad, tampoco “me interesa” el flanco de los Ortega Cano quien, desde la cárcel, debe estar siguiendo con atención los errados pasos de su hijo, José Fernando, desaparecido de la opinión pública y que no hace sino dar “quebraderos de cabeza” a los suyos. Un chaval perdido y que, lo peor, no se deja ayudar por nadie pero que, sin embargo, sí logra que los medios de comunicación hagan conexiones en directo para conocer detalles de la que, sin duda, es una muy poco relevante biografía. Eso por no hablar de la “guerra” en casa de los Mohedano o en la de la “princesa del pueblo” sin los cuales, al menos Telecinco, tendría o que echar el cierre o que cambiar de estrategia seguro.
A pocas horas de puntos del planeta en los que la gente se mata en guerras, o se muere víctima de virus como el Ébola, no podemos permitirnos el lujo de consentir que nuestra realidad esté dibujada por personajes de este tipo. “Todo acto tiene su consecuencia”, afirmaba Shakespeare, con lo que tengamos precaución porque, de aquí a no mucho, o terminaremos convertidos en reflejo de esos ídolos de barro a los que adoramos, o la naturaleza nos castigará haciéndonos arder en esta “hoguera de las vanidades” ante la que, sea como sea, mantengo mi compromiso de seguir informando.