Lucía Álvarez está al frente de una empresa única en el mundo, responsable de fabricar las mejores castañuelas del mercado y con una historia rica en anécdotas y arte…
Es la tercera generación de una familia de artistas (guitarristas, bailaoras…), en la que fue su abuelo, el “Filigrana”, -al que, su madre, había llevado a que aprendiera la profesión en un taller con ocho años-. quien comenzó con una empresa donde su nieta, Lucía Álvarez Vela, de 43 años, tomó las riendas para seguir manteniéndola como todo un referente en lo que a castañuelas se refiere. Una legendaria marca que nació en la década de los cincuenta de la que, a continuación, conocemos muchos de sus secretos…
-¿Cuál es tu papel en el negocio?
-Estoy en todos lados. Primero estuve en la fábrica, de ahí al montaje y, posteriormente, en la oficina pero, sea como sea, tengo que tocar todos los palos. De hecho, cuando la gente me ve alucina porque, tan arreglada y en el motor, le choca… (risas). Tengo mucha demanda, la verdad. Fabricamos cada día treinta pares entre cinco personas.
-¿Qué diferencia hay entre las castañuelas de tu abuelo y las actuales?
-Él empezó con las de madera, hasta que descubrió la fibra. Hay poca evolución porque era un genio y no he podido quitar ni un modelo suyo del catálogo. Conmigo vinieron las cajas de resonancia, aunque fueron una idea de él que luego desarrollé yo. Las hay de menos peso, aunque en el futuro vendrán mecanizadas y sonarán solas.
-¿Las castañuelas se reciclan, como el traje de flamenca, con la moda?
-Claro. Aunque las hormas tengan cuatro décadas -y las más demandadas sean las negras con cuerdas negras-, cambian los colores, las monturas (de plata, oro…)… Además, estamos en la pasarela de SIMOF, donde sacamos a las modelos con castañuelas para que se vean sus combinaciones con la ropa.
Mi hija Lucía, que tiene doce años, ya sabe cómo va todo y hasta en el colegio, cuando le han preguntado qué quiere ser de mayor, ha constado que pretende seguir con lo nuestro. Lo ha aprendido como algo natural y para mí es un orgullo porque supone continuar la voluntad de mi abuelo”
-¿En qué se nota la calidad de las castañuelas?
-El sonido. Ahí está el secreto. Depende de lo que te pida el cliente. No es lo mismo un solo que acompañar a una guitarra o un violín y es algo en lo que solo te puede asesorar un experto. Pasa de padres a hijos.
-¿Te consideras profeta en tu tierra?
-Siempre. Es la que me da de comer. Sevilla, Andalucía, Madrid y, por supuesto, Japón, donde llegaba a ir dos veces al año. Ahora he reducido producción para tener calidad de vida pues competencia, en realidad, no tenemos. Los únicos artesanos de esto somos nosotros.
-¿Cuál es el futuro que ves para lo tuyo?
-Esto es algo artesanal y podría expandir muchísimo pero mi profesión es que nunca les falten castañuelas a los artistas. Si mi familia no estuviera aquí, desaparecería el oficio. No hay nadie que lo haga y, como hemos sabido guardar muy bien la fórmula, no ha trascendido nada de cómo se realizan.
-¿Hay continuidad generacional?
-Eso espero. Mi hija Lucía, que tiene doce años, ya sabe cómo va todo y hasta en el colegio, cuando le han preguntado qué quiere ser de mayor, ha constado que pretende seguir con lo nuestro. Lo ha aprendido como algo natural y para mí es un orgullo porque supone continuar la voluntad de mi abuelo.
Taller: c/Cincel Nave 33
41008 Pol. Store Sevilla-Spain
Tf.: +34 954 942752
email: info@castanuelasfiligrana.com
Tienda: c/León XIII nº 73 Acc.
41009 Sevilla-Spain
Tf.: +34 654 666 072
www.castanuelasfiligrana.com