por María José Aranda
Las colas eran impresionantes pero la ocasión, lo merecía. Jennifer López, en exclusiva para España, pisó el escenario del Marenostrum de Fuengirola para ofrecer un concierto memorable ante más de 14.000 personas entre las que se encontraban rostros populares como Carmen Lomana, Esther Arroyo, Cayetano Rivera y Eva González, Pastora Soler o Diana Navarro. Un recinto a los pies del castillo de la localidad donde, aunque la cita era a las diez de la noche, no fue hasta las diez y media cuando dio comienzo el espectáculo, amenizado previamente con DJs y que, durante unos 100 minutos, ofreció lo mejor de la “diva del Bronx”.
Y es que si hay algo de lo que a sus cincuenta años recién cumplidos puede presumir la artista es de ser una de las mayores estrellas del “star system” actual, cosechando uno tras otro éxitos que, en el ámbito musical, repasó ante un público entregado y, a la vez, sorprendido por la excelente forma física y el fondo de nuestra protagonista. Cantante y bailarina, JLo dio lo mejor de sí misma con temas como “Ain´t your mama”, “On the floor”, “Dinero” o, cómo no, la archiconocida “El anillo”. Con cambios continuos de vestuario, seis outfits en concreto, no faltaron lentejuelas y strass para sexys conjuntos que mostraban lo mejor de su anatomía, esto es, todo su cuerpo “serrano”: piernas, escote y, cómo no, su asegurado trasero, motivo de debate mundial y que, aun hoy, desafía arrogante la “ley de la gravedad”.
Un derroche de luz y sonido mezclado con coreografías casi imposibles -y con la presentación con un dueto de Emme, la hija que tiene de su matrimonio con Marc Anthony-, que culminaron con una “sorpresa” cuando todo el aforo dedicó un “Cumpleaños feliz” -los hizo el 24 de julio- que provocó que a Jennifer se le erizara la piel, tal y como confesó en esa mezcla de americano y español el cual, a pesar de sus puertorriqueños orígenes, no domina al cien por cien. ¿Lo peor? El veto que hizo al acceso de la prensa nacional. Está claro. La perfección no existe.