El cantante, inmerso en la gira “La música no se toca”, ofrecerá mañana un concierto en el Estadio Olímpico acompañado de figuras como Pablo Alborán, Malú o David Bisbal para la que se prevé una cita inolvidable
Ricardo Castillejo
Han pasado más de 25 siglos desde que Alejandro “El Grande”, Alejandro Magno, dominara el mundo con unas dotes de conquistador que ahora, Alejandro Sanz, “El intocable”, repite de una forma mucho más pacífica: con la música. Así ha convencido a públicos de todo el mundo, en un lado y otro del océano, y a más de nueve millones y medio de seguidores en una plataforma, twitter, desde la que, el pasado domingo, anunció: “Sevilla… Sevilla… No te digo ná… y con eso te lo digo tó”. Un grito “de guerra” a través del que el artista invita a una fiesta mañana en el Estadio Olímpico en compañía, nada más y nada menos, que de Pablo Alborán, David Bisbal, Jamie Cullum, Malú y Manolo García, póker de ases los cuales, además, formarán parte de la grabación de un especial para televisión y DVD que se grabará en Sevilla y que dirigirá Nick Wickham (reconocido realizador que ha trabajado para otras figuras como Beyoncé, Madonna o Shakira).
Dicho espectáculo que forma parte de una gira internacional que se inició en octubre del año pasado en México y que reúne, bajo más de cien mil vatios de sonido, a diez músicos sobre el escenario rodeados de los efectos luminotécnicos más importantes de la actualidad. Así, bajo el título de “La música no se toca”, el último álbum de Sanz –que publicó el 25 de septiembre de 2012 y que es quíntuple disco de platino en España, doble de platino en México o disco de oro en Estados Unidos-, este madrileño con corazón gaditano vuelve a desarrollar un talento que le señala como uno de los mayores referentes artísticos de la actualidad.
Casado con Raquel Perera, Alejandro ha sido padre en tres ocasiones: de Manuela, nacida en 2001 fruto de su matrimonio con Jaydy Michel; de Alexander, nacido en 2003 tras un “affaire” con la diseñadora de Puerto Rico, Valeria Rivera; y de Dylan, hijo de su actual pareja nacido en 2011. Más allá, ha sufrido varapalos considerables como, el más reciente, el fallecimiento de su madre, María Pizarro Medina, el 20 de abril del año pasado. Es la cara menos agradable de una vida marcada por el éxito, por los aplausos, por las ventas de más de 25 millones de discos, por la obtención de 15 premios Grammy y por la colaboración con muchos “números uno” que lo señalan como “el maestro”.
Un hombre de 44 años que comenzó en 1991 “Viviendo deprisa” y que, más de dos décadas después, sigue al pie del cañón convenciendo a varias generaciones con unas melodías y unas letras que han logrado que, millones de corazones, palpiten al unísono cuando suenan las notas de una obra que forma parte de nuestra más reciente memoria musical y que, sin su autor, no hubiera sido la misma.
