Un 16 de mayo de 1995 falleció Lola Flores en El Lerele, su chalé de La Moraleja donde también murió su hijo, a los 15 días, y su marido, El Pescaílla, en 1999. Un cuarto de siglo sin una de nuestras artistas más recordadas de la que, hoy, repasamos lo más destacado de su biografía.

Por Ricardo Castillejo

¿Quién, con independencia de la edad, no conoce a Lola Flores en España? Emblema de nuestro país -y, por tanto, muy popular también fuera de nuestras fronteras-, la fuerza de la artista fue tal que, 25 años después de su muerte, parece, en muchos sentidos, que aún continúa entre nosotros. Dotada de una personalidad arrolladora, La Faraona falleció a las cinco menos veinte de la madrugada el 16 de mayo de 1995. Tenía 72 años y, a los quince días, con 33 años, le seguiría en la desgracia su hijo, Antonio Flores, con el que tuvo una unión tan especial que, según dice su entorno, él no pudo resistir la pérdida de su madre. 

Enferma de cáncer de pecho, al que llamaba “el hijoputa”, desde más de dos décadas atrás, Lola no permitió que le extirparan el pecho, manteniéndose muy activa hasta no mucho antes de dejarnos. 33 películas -diez de ellas en México-, e infinidad de discos, espectáculos, programas de televisión, y hasta una serie biográfica, fue parte del legado de esta jerezana criada en Sevilla, donde estuvo desde los tres hasta los once años y en la que le hubiera gustado ser enterrada.

En su destino, romances como el de Manolo Caracol, catorce años mayor que ella y quien, formando una pareja artística y personal, a pesar de que el cantaor estaba casado, le dio sus primeros rayos de fama.

Después de otras sonadas relaciones, La Faraona -apodo que le vino de un rodaje mexicano con ese mismo título-, contrajo matrimonio en octubre de 1957 con el que fue su único marido: Antonio González Batista, “El Pescaílla”, promotor de la rumba catalana. Un enlace en el que la novia iba embarazada de Lolita, nacida en mayo de 1958, a la que seguirían el mencionado Antonio, dos años después, y Rosario (1963). 

Todos ellos se convirtieron en “Los Flores”, protagonistas de capítulos definitivos de nuestra historia más reciente como cuando, en 1987, Hacienda sentó a su matriarca en un banquillo, acusada de defraudar 52 millones de pesetas y con la firme intención, por parte de la acusada, de pedir a cada español una peseta para saldar su deuda.

O como cuando, en 1979, la intérprete de “Pena, penita, pena”, buscaba sobre el escenario de “Esta noche, fiesta”, de José María Íñigo, el pendiente de oro que, de pronto, se le perdió… y que “su trabajito le había costado”.

O como cuando, rodeada de miles de personas, en 1983, pedía al público que había acudido a ver la marbellí boda de Lolita aquel grito universal de “Si me queréis algo, irse”.

Tantos y tantos momentos que sería interminable un listado que, al final, solo sería un mínimo reflejo de lo que fue Lola Flores, para la que, el Ayuntamiento de su pueblo, Jerez, anuncia un museo -con una inversión de 151.350 euros-, que irá ubicado en la Nave del Aceite y que espera arrancar en breve. Otro homenaje más de los muchos que merece nuestra protagonista. Lola, universal. Lola, eterna.