La soprano, Medalla de Andalucía y reciente Medalla de Granada, da vida a Gilda en “Rigoletto”, hasta el próximo sábado en el Maestranza

Ricardo Castillejo

Tiene una voz tan dulce como una forma de ser que enamora desde el primer minuto de conocerla. Mariola Cantarero, una de las sopranos más importantes de nuestro país en la actualidad, es una mujer normal con la que se puede charlar de cualquier asunto y que lo mismo te cuenta cómo se enamoró de su marido, el tenor y pianista Julio Cendal, que expresa su admiración a Mónica Naranjo o su afición al fútbol. Muy actriz a la hora de dar vida a sus personajes, la intérprete se muestra a corazón abierto en esta sincera entrevista.

-¿Cómo está asimilando este momento de éxito del que disfruta en su trabajo?

-Bueno, siempre he tomado esto como una carrera de fondo. Al público hay que darle novedades y aquí no queda otra que estudiar, estudiar y esforzarse mucho. Si eso me ayuda a hacerme un nombre, como creo que tengo, también podré labrarme un futuro aunque me queda mucho por hacer.

-Lo que sí es verdad que tiene una voz privilegiada…

-Hombre, depende de con quién me compares. Si me comparas con una señora que canta por Antonio Molina en su casa, sí (risas). Soy muy inconformista y no es solo la voz.

-En su casa no hay antecedentes artísticos… ¿Qué le dicen?

-Mi abuelo tenía teatros pero poco más. Ellos lo veían venir porque desde pequeña, con once años, ya estaba en el coro. Es un orgullo ver que, tanto mi hermana como yo, tenemos salud y trabajo.

-Y amor…

-(Risas) Me casé hace un año y medio con Julio. Nos conocimos cantando en el Teatro Real. La música me dio el amor. En este tipo de profesiones es necesario que nos entendamos porque, de ser de otro campo laboral, lo mismo no sería igual. El dice que se fijó en mí primero pero yo estaba en otra onda. Salimos y poco a poco me fue gustando hasta que una noche me encontré bailando con él.

-¿Tiene algo de diva de la ópera?

-Es que la lírica ha cambiado mucho. Antes se cantaba de otra manera. No había estrés y había menos figuras. Los divos se endiosaban pero hoy día el divismo no se lleva. Es un problema a la hora de actuar porque, si alguien da problemas, llaman a otro. Como halago, lo de “diva” sí me gusta pero la gente de mi generación tiene otra idea de este mundo.

-¿Muchos cuidados?

-Un poco más que otra gente pero tampoco te creas. Yo lo único para lo que soy especialmente maniática es para el humo del tabaco. No lo soporto. Luego intento no coger frío, evitar corrientes de aire… Lo normal y si extremos.

-¿Y más allá de la ópera?

-Pues te vas a reír pero, en mi caso, hay fútbol (risas). Soy del Real Madrid desde chica y abonada al Santiago Bernabeu. En cuanto a música, no soy una melómana al uso. En casa no suelo escuchar ópera sino pop o rock. Me encanta Robbie Williams y Mónica Naranjo a la que veo como una artista enorme. Y también suelo ir al cine, aunque sea sola, a películas comerciales. Soy “súperhortera”. No lo puedo evitar (risas).

La soprano granadina Mariola Cantarero y el tenor jerezano Ismael Jordi en La traviata (acto I). Teatro Maestranza – Foto Guillermo Mendo