El cantante de San Fernando, el primero en introducir el “reggaeton” en España, lanza “La cazadora” mientras reconoce que su mujer y sus dos hijos le han hecho, en lo personal, “sentar la cabeza”

Comenzó en su carrera como una alternativa a Alejandro Sanz, artista al que admira y con el que comparte el hecho de ser también autor de sus temas. Sin embargo, Miguel Sáez optó, después de un viaje a Cuba, por traer a nuestro país un ritmo, el “reggaeton”, donde se ha convertido en todo un referente. Ahora, celebrando sus diez álbumes en el mercado con “Miguel 1.0”, presenta “La cazadora”, evolución de un estilo que convence a millones de seguidores (de su anterior tema, “No llores”, atesora un millón de visitas en youtube), a la vez que se confiesa un papá amante de sus dos hijos mellizos, Ízan y Marco, y de la compañera de su vida, Paola.

-¿Qué tal se desenvuelve en esa faceta de padre de familia? Siempre me ha dado la sensación de ser un poco “canalla”…

-Maravilloso. Es increíble el sentimiento paternal y el instinto protector que desarrollas. Yo nunca he sido de “yo, yo y yo” sino más de “los demás” pero ahora son mis niños. Tienen dos años y medio y ya les he comprado una guitarrita y su batería (risas). De todos modos, prefiero que salgan a la parte de la madre que son futbolistas (risas). Y respecto a lo otro, soy “canalla” pero, en algún momento, tienes que asentarte.

-Eso, ¿de qué forma se sabe? ¿Cuándo llega?

-Cuando aparece la persona adecuada, formas tu familia, no te tomas los viajes como algo de cachondeo… Yo hago mi concierto y firmo lo que sea pero, a la mañana siguiente, sé que tengo que estar bien para cumplir con los míos.

-¿Cómo ve a la mujer? ¿Es de los que prefieren “cazar” o ser “cazados”?

-Desde el respeto. Mi madre me enseñó que a las mujeres hay que tratarlas como princesas, puesto que eso es lo que son. Es un ser maravilloso y se me llena la boca hablando de ellas. Los latinos son muy machistas pero no comparto esa forma de ser.

-Es que tiene canciones como “Chicas locas”, “Tú estás buena”, “Obsesión”… Eso incita a pensar que, lo que pasa por su cabeza, es “lo único importante” (risas)…

-No es lo único pero sí es importante (risas). Ya sabes, “Haz el amor y no la guerra”. Las relaciones tienen que mantenerse vivas. ¡Hay que darle alegría al cuerpo, chiquillo! (risas).

-¿Cuál es su reflexión sobre eso de que, el “reggaeton” es un baile un poco “guarrillo”?

-¿Y la Lambada cómo era? (risas). ¡Si vieras cómo se baila esto en Venezuela, en Puerto Rico! Las chicas se desatan y eso es normal allí. Aquí se es demasiado recatado para eso y fue un poco complicado introducir esto pero, aunque algunos medios no lo apoyen y hayan intentado “cortarle el hilo” y hasta censurarlo, con el clamor popular no se puede.

-¿Tiene con la industria musical alguna “espinita”?

-La música sí se ha portado bien conmigo y las compañías me dan un poco igual. He podido estar en multinacionales pero no he visto que tuvieran conmigo el trato que quería. Por eso cree mi sello discográfico y, desde entonces, es cuando más éxito estoy teniendo. Lo más duro en estos instantes es que, más que nunca, se necesita un padrino. Y me refiero no a mí, sino a los que empiezan. Siempre son los mismos y no se dan oportunidades.

-¿Merecen la pena los sacrificios?

-Sí. En especial cuando aparecen temas como “Historia de un héroe”, que le dediqué a mi padre tras morirse estando yo fuera. No pude despedirme de él pero eso es arte y quedará. ¿Qué me importa que una compañía la sepa vender o no? Nosotros tenemos la facilidad y el don de poder difundir sentimientos. Me queda pendiente hacerle algo a mi madre, que se me ha ido hace poco.