Sobrecogido estuve el viernes durante toda la representación de “Electra” en la inauguración de una nueva edición del Festival de Mérida (que celebraba 85 años de unos inicios vinculados a Margarita Xirgú) y bajo la propuesta de la versión del Ballet Nacional de España (que también estaba de enhorabuena en su 40 aniversario). Sobrecogido con la música de la Orquesta de Extremadura y con la voz flamenca de Sandra Carrasco. Con la historia de la hija de Agamenón, quien vengó a su padre aliándose con su hermano, Orestes, y asesinando a Clitemnestra, la mujer que a ambos les dio la vida (y que, tiempo atrás, había urdido la muerte de su propio esposo). Con el sacrificio de Ifigenia, la benjamina de tan siniestra familia, a la que su progenitor entregó a los dioses buscando protección en la guerra. Con cómo las doncellas vestían a la reina tras sus nocturnas pesadillas (durante las que sus fantasmas venían a visitarla). Con el hallazgo de la protagonista de la historia perdida en el campo. Con las danzas de los soldados de Egisto, amante de la malvada monarca. Con todos y cada uno de los detalles de una perfecta y delicada puesta en escena tras la que, como siempre en los clásicos, llegaba la moraleja: la sangra siempre llama y, los cadáveres del pasado, siempre terminan levantándose.
Al amparo de la noche emeritense, una vez más, el trabajo que hace Jesús Cimarro, director del certamen, y su equipo, dio el pistoletazo de salida a un verano que promete. Nada es comparable a la magia del teatro donde, como en un espejo, quedan reflejadas las miserias, tristezas y alegrías del ser humano. Solo hay que querer mirarse en él para después, reflexionar y sacar conclusiones.