Una vez fui testigo en el Hotel Alfonso XIII, durante un homenaje al desaparecido diseñador Pepín Castillo, de un enfrentamiento que éste tuvo con Tony Benítez. Lo cuento porque había en la sala un montón de testigos y porque no es ningún secreto que Pepín tenía cuentas pendientes con Tony. La verdad que en aquel momento me hizo gracia la situación, pero luego pensé que hay determinadas edades en las que hay que arrancar del alma esa mala hierba que, en el fondo, nunca aporta nada bueno.
Por eso cuando vi hace poco cómo María Teresa Campos volvía, en el programa de Risto Mejide, a hablar de su relación con Ana Rosa Quintana -y de eso que ésta le hizo y que tanto dolió a la malagueña-, me dio un poco de pena. Y claro que cuando nos hieren sufrimos y lo pasamos mal. Claro que con esas experiencias sale lo peor de nosotros y que la rabia nos engancha. Pero tampoco es menos cierto que así no merece la pena vivir puesto que, como hay quien dice por ahí, “el rencor es un veneno que bebemos esperando que sea otro el que muera”.
Al final, es más conveniente perdonar, estar en paz. Con uno mismo y los demás. Es más, os confieso que la semana pasada me encontré con una persona que para mí ha sido nefasta. Me la topé desde la distancia, sin esperarla, y cuando me di cuenta que estaba ahí, fue maravilloso porque no sentí… nada. Solo le miré convencido de que el destino le dirá al oído lo que le corresponde. Y a otra cosa, mariposa…