Por fin se ha sabido estos días que mi admirado Moncho Borrajo ha salido indemne de la acusación realizada por la actriz Rosa Valenty a quien, la verdad, también aprecio pero que, en este caso, no ha conseguido demostrar que el humorista, actor, autor, pintor… y otras muchas cosas más, tenga que pedir perdón por algo que no sea, en todo caso, que la de ser ese incómodo “Pepito grillo” que tanto necesitamos hoy día para agitar nuestras demasiado dormidas conciencias.
Más allá, Moncho es un señor como la copa de un pino que ha sabido, con paciencia, esperar a que todo se resolviera satisfactoriamente para él y su honor el cual, cuando uno se ve en circunstancias parecidas, es lo más herido (más allá de los posibles daños laborales y/o económicos, que también pueden darse). Sin embargo, una vez más, el refranero nos ha vuelto a recordar que la sabiduría popular es infalible y que, cuando uno es honesto, termina viendo pasar delante suya el cadáver de su enemigo como mudo testigo ante la auténtica verdad. Solo es necesario sacar la silla a la puerta de la casa, y esperar.
Así, por mi parte, aguardaré a que les llegue el turno a quienes, con envidia, me han puesto, y ponen, zancadillas en mi camino. A quienes, con engaños, han intentado manipularme o confundirme. A quienes, con falsos encantamientos, me han hecho creer en amistades cimentadas en el interés. A quienes, con prejuicios, antes de conocerme me han condenado. A quienes me prometieron paz y me pagaron con guerras. La vida termina poniéndonos a todos en el sitio que nos corresponde. Tiempo al tiempo.