La justicia ha condenado a Isabel Pantoja… ¿Nosotros también debemos hacerlo?
“Aquel de ustedes que esté libre de pecado, que tire la primera piedra”. Así de contundente se expresó Jesucristo ante el linchamiento al que iban a someter a una mujer sorprendida en adulterio (algo que, por aquel entonces –y aún hoy en muchos países-, era una de las peores faltas conocidas). Igual que puede serlo para nosotros –y más teniendo en cuenta las circunstancias de crisis que nos asolan-, que unos cuantos sinvergüenzas estén pelando el país con malas artes como las que se han puesto sobre la mesa con el caso “Malaya”.
Ahí ha salido culpable, entre varios condenados, Isabel Pantoja a la que, nos parezca desde fuera un castigo más o menos apropiado –y por muy antipática que pueda resultarle a alguna gente-, se le obliga a pagar y a un tiempo de prisión que, por su carencia de antecedentes, no le llevará a entrar en la cárcel. Claro que, a partir de ese punto de inflexión, es lógico que, por ejemplo, se le retire a la cantante la Medalla de Andalucía si bien esta decisión de la Junta lleve a pensar… ¿Habría que quitarle también la calle que se le puso en Sevilla? ¿Debe actuar, como tiene previsto en Junio, en el Auditorio de Fibes que gestiona nuestro Ayuntamiento o no debe admitírsele en espacios que dependan del patrimonio público? ¿Desaparecen desde ahora todos los privilegios con los que, en general, se le ha tratado? ¿Se convierte en una “apestada” social?
Las masas son peligrosas y sacan lo peor del ser humano pues, lo que uno no se atreve a hacer solo, sí que es capaz de realizarlo escondido cobardemente entre otros. No está bien ni insultar, ni amenazar o, ni mucho menos, agredir a nadie por muy “oscuro” que se torne a nuestros ojos. La justicia ha hablado. O la acatamos, o lo destruimos todo y empezamos de nuevo que, visto lo visto, tampoco estaría mal.