Hay muchos en las redes sociales se cree con derecho a todo, confundiendo libertad y derecho de expresión con ofensa y atropello al de enfrente. Por mi parte me considero bastante afortunado en este sentido, aunque hubo una ocasión puntual -la retransmisión de una Feria de Abril- en la que un grupo de subnormales (no encuentro otra forma de definir a quien reacciona por debajo de la normalidad) se dedicó a intentar molestarme con comentarios que, si bien al principio me tocaron un poco la moral, enseguida pasaron a ni rozarme.
Lo mejor en este sentido -fue mi conclusión aprendida- es ignorar directamente a quien profiere el ataque, porque es la manera de demostrarle que no solo no tiene fuerza, sino que ni siquiera tiene cabida en nuestra vida. Igual que supongo habrán hecho Lolita y Elena Furiase después de publicar en sus redes la imagen de madre e hija dándose un beso “de amor verdadero”, gesto que ha provocado las iras de esas mentes enfermas que ven la realidad según les conviene y que, los pobres, no dan para más que para soltar burradas cuando tienen oportunidad.
El problema en estos casos no está en uno, sino en el de enfrente que, creyéndose poseedor de la verdad absoluta, interpreta las cosas a su forma, equivocándose con frecuencia en las apreciaciones y quedando de lo mendrugo y obtuso que realmente es. Pero bueno, si no existieran seres humanos así no sabríamos apreciar a los otros, buenos y libres, quienes, evitando conflictos, despliegan sus alas y surcan el cielo en busca de otras gentes más en paz con ellos mismos mientras se despiden con un merecido: “Ahí te quedas, so capullo!”.