Hace justo una semana estaba en Marbella, sentado frente a frente con Antonio Banderas en un “chill out” que se llama “La Cabane” y forma parte de un establecimiento tan prestigioso como es Los Monteros. Bueno, el caso es que tenía a mi derecha a la mítica Rosa Villacastín y a izquierda y derecha del malagueño Valeria Mazza y Carlos Latre, respectivamente, aunque yo (y creo que la mayoría de los que estábamos allí), solo tenía ojos para Antonio el cual, a sus 57 años, no podía estar más atractivo.
Con más pelo, más rejuvenecido, más delgado, nadie diría que Banderas acaba de pasar el bachecillo de salud que ha pasado con el tema del corazón. Es más, el discurso unánime de los asistentes era precisamente de admiración hacia un señor que, con su ejemplo, no hace sino reivindicar cómo la madurez –en tiempos donde se sobrevalora la juventud- sigue siendo un grado.
Por eso no me extraña que su novia, Nicole, esté tan contenta de disfrutar de su compañía. Y por eso no me extraña que siga siendo el sex symbol que es y que haya, como sucedió el año pasado, quien pague por él –en la subasta solidaria que se hace en la Gala Starlite- 30.000 euros por cenar a su lado. Claro que, según me aclaró nuestro protagonista, ese encuentro nunca llegó a producirse pues el trasfondo es la colaboración con su fundación y al final en el bello gesto queda todo. Sea como sea, la próxima vez me ofrezco de voluntario para que dicha comida no quede desierta. Por no desaprovechar la inversión, vaya…