Hay mucha, mucha gente que se niega a madurar y, gran parte de los conflictos humanos, nacen precisamente de los “niños eternos”. Tomar decisiones, que es el camino para la maduración, no es, en general, plato de buen gusto pues supone aceptar tus propias limitaciones y saber que uno se equivoca de continuo y que, para crecer, es necesario trabajar sobre aquello tuyo que está menos acertado, darte cuenta de ello y, en la medida de lo posible, cambiarlo (esto es, cambiarte a ti mismo).
Sin duda es más fácil –a corto plazo, claro está-, acomodarse en ese rol de infantes que todo lo exigen y que todo lo merecen sin dar nada a cambio (o lo mínimo). ¿Cuál es el problema? Para ellos, ninguno pero, para quienes están en el lado de los que dan, dan y dan a gente así, uno y muy grande puesto que cuando, de pronto, decides dejar de dar, quedas convertido, “ipso facto”, en el “malo” de la película. Y encima, sin ningún derecho a reclamaciones puesto que no hay responsabilidades porque nunca te han pedido nada…
De todo eso charlaba esta semana con Cristina Soria, “coach” de “Sálvame” que acaba de publicar “Elije tu aventura”, libro orientado a la gestión de la toma de las mencionadas decisiones, y con la que almorcé en compañía de mi querida Isabel Blasco. Con ella, muy versada en el comportamiento humano, llegué a la conclusión de que también está bien que los demás se impliquen contigo si quieren que estés en su vida. De lo contrario, la caída de la venda será muy dura pero esto, si no les importa, será motivo de reflexión en otro momento…