Supongo que alguna vez os lo he contado pero, me reconozco tanto en cosas de Antonia San Juan que, cuando estoy a su lado, es como si me mirase en el espejo que da acceso al país de las maravillas en el que, cómo no, ella sería la Alicia del cuento y yo, tal vez, una especie de Sombrerero Loco, extasiado de tener tan fascinante mujer sentada a mi mesa para tomar el té. Fuera como fuese, los dos compartiríamos una misma realidad donde, un toque de fantasía –y mucho, mucho humor-, son imprescindibles.
Así de especial es mi amiga que, al mismo tiempo, es coherente como ella sola. Y cariñosa. Y fiel. Y trabajadora. Generosa, empática, educada, culta sin caer jamás en la pedantería… Antonia es luminosa. Me encanta escucharla reír con esas carcajadas suyas, sonoras y sinceras, y descubrir cómo, a sus 57 años, tiene más ganas de comerse la vida a bocados que muchas con la mitad –o menos- de la edad suya.
Homenajeada, el viernes por la noche, en la localidad riojana de Calahorra, la actriz recibió el Premio de Honor de un Festival de Cortos, “¡Cor…ten!”, que lleva 19 ediciones y donde la recibieron con emoción y respeto. Porque “la” San Juan, con talento y mucho esfuerzo, se ha ganado también, a lo largo del tiempo, otro adjetivo más: “respetada”. Posiblemente, para esta gran señora que mi amiga es, uno de los que más orgullosa le hacen sentir. Desde luego que currado, se lo ha currado.