Feliciano López no es santo de mi devoción. Seguro que son prejuicios, porque realmente no lo conozco y siempre me han hablado más bien que mal de él. Al menos como colega –como pareja las cosas pueden cambiar bastante- dicen que es un tío bastante simpático y que, en el tú a tú, no da muchos problemas. Sin embargo esta semana ha subido a su Instagram algo que me ha hecho sentirme muy cerca suya: las advertencias para descubrir a una persona tóxica.
Un listado con el que he recordado –la distancia es muy buena asesora en este sentido-, que yo también he pasado por la experiencia de encontrarme en el camino a alguien que cumplía exactamente con los mencionados requisitos para ser considerado “tóxico”, a saber, quejarse continuamente, asumir el rol de víctima, mentir y ocultar, negarse a cambiar, manipular, ser celoso y soberbio… Y eso que, visto desde fuera, el aludido se lo montaba de tal manera que nadie podía imaginar todo lo que escondía pero, claro, el sol no puede taparse con un dedo y, tarde o temprano, se te termina calando.
Alba, que al principio parecía la sufridora de esta historia, poco a poco, ha ido mostrando una cara que, más allá de su indiscutible belleza, no gusta tanto. Su crispación desde luego que la delata pero, mucho más, los cadáveres que ha dejado en el camino. Cuidado con ellos. Suelen terminar levantándose.