Tranquilos, lectores, que no se trata de ninguna broma, ni mucho menos de que el, en su momento, transgresor Doménikos Theotokópoulos, el histórico Greco -autor de maravillas estéticas como “El entierro del conde de Orgaz”, o de fantásticas series sobre los apóstoles (una producción que, por incomprendida, quedó relegada hasta que se rescató a principios del siglo pasado)-, haya regresado del “más allá” para hacer compañía profesional a “grandes” referentes de la actualidad como Kiko Rivera.
Es otro Greco al que me refiero en el título de esta columna. Un señor de 71 años que reside en Valencia y que cada noche sale a trabajar a una discoteca donde -sí, parece mentira, pero no lo es-, pincha discos, firma autógrafos y es un referente para muchos que, gracias a él, pueden bailar músicas que van desde los 80 a Enrique Iglesias, Maluma o, cómo no, el universal Luis Fonsi (y su más universal aún, “Despacito”). Juan Manuel, que así se llama el “jovencito”, constituye en sí mismo un ejemplo a seguir. Por su fuerza, por su falta de complejos, por entender que una es la vez que se vive y que, lo que nos llevemos por delante, es lo que nos vamos a llevar.
Presumido con su imagen, este Greco de nuestros días es probable que no pase a la historia como su predecesor, aunque tampoco creo que le importe demasiado. Lleva en el espectáculo desde los 17 y no tiene intención de retirarse. Está claro que, a estas alturas, sus motivaciones para seguir son mucho más serias y profundas que los falsos anhelos de posteridad.