Hasta esta misma semana Luis Miguel me parecía un señor bastante amargado que andaba muy perdido por su momento presente pero, después de lo que estoy viendo en la serie que han rodado sobre su vida, razones para ello desde luego que le sobran porque, como dicen por ahí, no se puede juzgar un camino sin llevar los zapatos de quien lo anduvo aunque, en el caso del mexicano, está claro que no se lo han puesto nada fácil para poder madurar con la serenidad y la paz que se presupone llega conforme vas cumpliendo años.
Y así, el “Sol de México”, sobrenombre con el que se conoce al artista, se apaga, se está quedando sin esa luz que durante décadas nos iluminó y que, por muchas razones que han ido sumándose, ya no solo no brilla con la fuerza de antes sino que hasta podríamos decir que ha quedado reducida a un pequeño reducto de lo que fue. ¿Por qué? ¿Por qué alguien que lo ha tenido todo, que ha sido todo, cae en picado? ¿Qué pasa por esas cabezas de esos ídolos a los que les revienta el éxito entre las manos? ¿Es la clave no saber aceptar el paso del tiempo? ¿El hastío de tanto?
Viene ahora de gira por España y apenas hay expectación alrededor de esta visita (incluso me cuentan que la venta de entradas no va como se esperaba). Piensas en él y sientes el mismo desasosiego que transmite. Con su imagen descuidada, con sus decisiones desacertadas, con unos pasos truncados que, ojalá, logre enderezar. Quién sabe. Los amaneceres regresan y el “astro rey”, cada mañana, siempre renace.