
Laura Sánchez, Dafne Fernández o Luján Argüelles apuestan por el “amor inteligente”, alejado del sufrimiento y el dolor
El estreno de “Maléfica”, esta semana, no ha hecho sino corroborar, una vez más, el poder de atracción que tiene el “lado oscuro” sobre todos nosotros. Esto es algo que nos pasa desde antes incluso de tener uso de razón pues pocos son los que se escapan –por no decir nadie- de las riñas con las que todas las madres advierten a sus hijos de los peligros hacia los que, la mayoría de las ocasiones de forma inconsciente, estos suelen dirigirse. Incluso luego, ya con el razonamiento instalado en nuestra cabeza, seguimos apostando por aventuras que nos llevan a cruzar los límites del peligro pensando, en nuestra soberbia arrogancia, que estamos libres de ellos y que, a nosotros precisamente, no nos afectará.
La factoría Disney, consciente de que “lo malo” vende más que “lo bueno”, ha hecho hincapié en la siniestra bruja de “La bella durmiente”, interpretada por Angelina Jolie, quien, paradojas del destino, se hizo perversa… por desamor. Y es que en el terreno emocional es donde más claro está cuánto llama nuestra atención aquello que con frecuencia menos nos conviene, empeñándonos en mantener relaciones de las que, aún sabiendo que nos serán dañinas, no podemos (o, más bien, no queremos) escapar. Menos mal que en los últimos tiempos se ha puesto de moda eso del “sentimiento inteligente” el cual tan alejado está de ese otro que, presente en géneros musicales como la copla –o en la propia religión-, a tantas generaciones les ha conducido (y lo sigue haciendo) al desastre sentimental de sufrir parejas a las que no querían (o que no las querían) con tal de no romper lazos que ataban igual que puede hacerlo una soga al cuello.
Ahora la “moda” –porque al corazón también le afecta lo que se lleve-, es buscar en una unión el equilibrio para, a través de él, reforzar la paz, el crecimiento personal y la armonía que uno mismo también debe aportar. Así, en este mismo periódico, personajes con perfiles tan diversos como los de Laura Sánchez, Dafne Fernández, Teresa Viejo o Luján Argüelles (es curioso pero son las mujeres las más aventajadas en este terreno), han coincidido en apuntar a la risa, la honestidad o la bondad como los valores que más tienen en cuenta en sus actuales compañeros o, en general, a la hora de plantearse uno. Por eso afirmaciones como “me fijo en que me divierta mucho” o “que me respete, que me enseñe y que lo admire” son las que han ido lanzando quienes, predicando con el ejemplo, tanto se alejan del dolor inútil.
Está claro que los cuentos han cambiado y, antes que un príncipe azul, se prefiere un lobo feroz “que nos vea, nos escuche… y nos coma mejor”. Todos somos merecedores de un amor bueno y, si no es así, no merece la pena. Siempre será mejor lamentarnos un poquito por algo que no pudo ser sin perder la esperanza que quedarnos sin ésta y, además, estar sufriendo toda la vida.