Ha creado diferentes sistemas de aprendizaje rápido basados en la mnemotecnia, la fantasía y el humor. Profesor en las principales Escuelas de Fisioterapia de Alemania y Suiza, imparte talleres y conferencia de salud emocional en todo el mundo y, además, acaba de publicar, junto a la doctora Reina García Closas, el libro “Emodieta”
“Emodieta” nos propone una nueva visión para ayudarnos con las dietas: gestionar nuestras emociones con la intención de que nos olvidemos de la báscula y consigamos nuestro peso ideal.
-¿A qué llamamos “sobrepeso emocional”?
-Es el provocado por la necesidad de compensar el estrés con la comida, esto es, tener con cualquier dieta el efecto rebote.
-¿Lo de comer “emocionalmente” está muy extendido?
-Existe un porcentaje que engorda por malos hábitos pero también hay un cuarenta por ciento de la gente con sobrepeso que tiene un componente emocional. Comes mal para tener una gratificación a corto plazo y eso genera cascada hormonal que te induce otra vez a comer mal.
-¿Se da por igual en hombres y mujeres?
-Al hombre le suele dar más por beber compulsivamente, refleja más agresividad. La mujer lo manifiesta con tristeza, así que su forma de compensar propicia más el “sobrepeso emocional”.
-¿Por qué hay tantas personas que se pasan la vida a dieta?
-La palabra “dieta” ya engorda de por sí, genera estrés. Alguien que dice que va a empezar una dieta la semana que viene y sufre un aumento de cortisol, que hace que suba el azúcar y haya una respuesta de insulina, con lo que los depósitos de grasa se llenan y eso, engorda. Deberíamos cambiar la palabra “dieta” por “nuevos hábitos alimenticios”.
-En el Sur la comida es una forma más de celebración… ¿Eso favorece el sobrepeso?
-El estilo de vida andaluz, que conozco y me encanta, en el fondo engorda menos que el americano. Como ejemplo te diré que muchos llevan nevera en el coche para ir comiendo. El sobrepeso aquí tiene más que ver con adquirir lo peor de Estados Unidos. Reunirse alrededor de la mesa es saludable (si la familia es agradable, claro), aunque no tiene el mismo valor si se atiborran a fritos. Esto genera hormonas del bienestar y aumenta los sentidos de cohesión y pertenencia, que son grandes enemigos del estrés. La coherencia familiar, unida a hábitos saludables, puede ser un buen elemento para prevenir los kilos de más.
-La comida es un ansiolítico…
-Sí, es un ansiolítico que genera ansiedad. Hay una palabra en alemán, que me resulta muy curiosa y es “stillen” que significa dar de mamar y viene de “still”, calmar. Dicen: “voy a calmar al bebé”, que es lo que buscan los niños con el chupete, la comida, frenar los instintos. En el libro damos pautas para que te conozcas, si eres apolíneo o dionisiaco. Cuando comemos compulsivamente estamos activando resortes que quedaron estructurados en la infancia.
-¿Cuánto pesa estar concienciado a la hora de ponernos a dieta?
-El componente psicológico ayuda a acelerar el proceso, lo afianza y hace que sea a muy largo plazo (si no, suele haber rebote). Cuando tienes estrés no comes fruta, comes patatas (a nivel bioquímico, las grasas tienen un efecto parecido al de un porro). Tengo una anécdota de un amigo que le decía a su hijo: “si te portas bien, te daré una zanahoria”. De esta forma, el cerebro asocia la zanahoria con el premio, es una forma de engañarlo. También, si nos reímos mucho necesitamos menos comida para compensar el estado emocional.
-¿Qué elementos debe contener una dieta ideal?
-La mediterránea o la japonesa son ideales, aunque más que de dieta debemos hablar de las costumbres alimenticias del mediterráneo. Debe contener mucha verdura y fruta, cantidades importantes de aceite de oliva, frutos secos y proteína animal, pero no demasiada. Si tomas solo proteínas vas a adelgazar, porque chupan el agua del cuerpo pero, a la larga, fastidiamos otros órganos. Hay que huir de la rapidez y centrarse en un resultado final que compense.
-¿Las “dietas milagrosas” juegan con la autoestima?
-Sí, juegan con las estrategias de “marketing” promoviendo que si estoy más delgado me van a querer más. Debería haber un rechazo general a esto. Los milagros existen en otros campos.
-¿La gente está muy obsesionada con el peso?
-Es una de las grandes obsesiones. Vivimos en una sociedad obesogénica que promueve el sobrepeso con una publicidad que utiliza mecanismos oscuros. No hay un control de los daños de la mala alimentación y, el día que se haga un balance, nos daremos cuenta que es peor que tabaco y alcohol juntos.
