El veterano actor vuelve a Sevilla con intención de hacernos reír con “Los hombres no mienten”, uno de los mayores éxitos de su trayectoria

Con Los hombres no mienten regresa al Teatro Quintero donde, desde este miércoles al próximo 23 de junio, promete representar “la mayor comedia que se ha visto sobre un escenario”, según sus palabras, en nuestra ciudad. Seductor incorregible, Arturo Fernández sigue siendo, más allá de los 80 años, uno de los galanes más importantes de nuestro país.

-Trata en esta función una cuestión espinosa: la infidelidad…

-Creo que los cuernos de cintura para abajo no tienen importancia. Los que son diferentes son los de cintura para arriba. Es curioso que los de los demás produzcan risa. Los nuestros, no tanto.

-¿Cree en la fidelidad?

-A ver, “chatín”… El hombre es infiel. ¿Qué le vamos a hacer? El Señor nos ha hecho así y no podemos ir en contra de él. Claro que, la mujer de hoy, también hace lo suyo. Lo que nunca podemos perder es la dignidad. El problema es que nosotros mentimos peor. Somos muy malos actores en la realidad. Ellas, sin embargo, mienten magníficamente (risas). Ni se les nota.

-¿Qué tal esta función?      

-Pues estoy sorprendido porque hemos estado en Madrid nueve meses seguidos y eso no tiene precedentes. La alta comedia para mi no tiene secretos aunque ya no se hace. Hay gente que aplaude el decorado nada más empezar. Si tengo éxito, entre otras razones, es porque soy el único que se dedica a este género.

-¿No se ve haciendo de ‘pobre’?    

-No. Luego se te pega y a ver cómo te lo quitas (risas). Una de las grandes satisfacciones de mis interpretaciones es que, aún al terminar, me creo multimillonario durante un rato. No sabría interpretar un drama de los bajos fondos de escasez. Será porque pasé una etapa parecida en la niñez…

-Pero, con más de medio siglo con compañía, ya será rico, ¿no?

-53 años nada más y menos al frente de mi empresa. Ya no sé qué hacer con el dinero (risas). De hecho, hay quien piensa que soy como el personaje que hacía en La casa de los líos. Las penas no hay que contarlas. Las alegrías, sí. Me encanta la vida. Se ha portado muy bien conmigo yo también he correspondido. Lo que me viene desde hace años lo doy por bien venido.

-¿Tiene aficiones más allá de su profesión?        

-La verdad es que no. No tengo

hobbies ni hacer nada más que no sea estar sobre un escenario. Ni jugar a las cartas, ni al golf. Como mucho, ver fútbol un rato en una butaca. He vivido por y para el teatro. Todo lo que soy, lo mucho o poco o nada, se lo debo al público. Luego ten en cuenta que casi todos mis amigos han desaparecido con lo que, por ese lado, tampoco tengo mucho de quién tirar.

-¿Ejerce de abuelo?

-Sí, hombre. Tengo unos nietos maravillosos y adorables y se ríen conmigo pero  lo que de veras me apasiona es contemplar a las mujeres cuando caminan por la calle y, de ésas en Sevilla, hay muchísimas. Las admiro y las respeto.