Esta semana se celebró en Sevilla, el martes, la gala de los Premios Ondas. Un escenario perfecto para unir a nombres de famosos tan populares como Blanca Suárez, Susanna Griso, Isabel Gemio, Juan y Medio o Fran Rivera y su hermano, Kiko Rivera. Llegaron por separado y, si bien el primero iba en su línea habitual -guapo y bien arreglado-, el segundo me sorprendió (y yo creo que a todos), con un cambio que, es evidente, ha sido para bien.
Con muchos kilos de menos -gracias a la intervención de balón gástrico a la que se sometió-, luciendo una figura mucho más estilizada, el DJ se puso un traje de chaqueta con su pajarita roja y, la verdad, parecía otro. Eso, unido a la actitud amable que suele tener con los medios de comunicación, hace que, al menos para mí, sea un personaje que despierta bastante simpatía. Porque, como me decía Ana Obregón el otro día, lo difícil es, en vez de ir por la vida con “cara de perro”, optar por lo que Kiko opta: desplegar tu mejor sonrisa e intentar ser lo más amable que, en cada momento, se puede.
Una lección que me hace dudar de aquello de “de tal palo, tal astilla” y que bien podría aprender su madre a la que, muy al contrario, siempre suele parecer enfadada ante la presencia de los periodistas, dejando sobradas muestras de que, mucha, mucha gracia, no le hacemos los que nos dedicamos a esto. Son actitudes y puntos de vista de las que depende que te quieran más… o menos. Cada uno decide…