No sé quién es Sofía Suescun (he tenido que mirar el apellido porque desconocía cuál era exactamente). Ni apenas sé de dónde ha salido -también he tenido que investigar esto- pero, sea como sea, se ha convertido en la ganadora de la edición de este año de “Supervivientes” y, por tanto, en el que será un nuevo rostro habitual dentro de la parrilla de Telecinco. Allí hemos visto anteriormente a esta joven triunfando en “Gran Hermano 16”, buscando el amor en “Mujeres, hombres y viceversa” y, luego, como ¿novia? de Alejandro Albalá, ex de Chabelita Pantoja. Un auténtico referente para las nuevas generaciones, vaya…
De hecho, en Instagram tiene 760.000 seguidores, algo que la convierten en un icono de masas a pesar de que, por lo poco que he descubierto, su vocabulario es bastante cortito (y vulgar) y sus modales, muy discutibles. Pero, ¿qué más da? Si ya no cuentan la educación, ni la cultura, ni la belleza interior, ni los valores humanos… Estamos, supuestamente, en la sociedad más avanzada de la historia pero, a la vez, en la más asalvajada. Una era en la que se busca pareja por Internet, sin conocer a las personas, descartando a los/as candidatos/as solo por un aspecto concreto o por, a simple vista, no cumplir con según qué parámetros que, desde un frío test, marcan quién nos es compatible o quién no. Donde se rinde culto a lo chabacano, a lo grotesco, a lo feo. Donde la belleza, al menos la tradicional, ha quedado relegada a un muy segundo plano y los estetas hemos pasado a ser los “bichos raros” de la historia. Ojalá estuviera en mi mano aquello de “Cambiar el mundo, amigo Sancho, que no es locura, ni utopía… ¡sino justicia!”…