El hijo de la duquesa cumple mañana viernes 51 años disfrutando de un momento vital tranquilo y alejado de la prensa del corazón tras los continuos rumores que hablaron de un acercamiento a Genoveva Casanova. Aprovechamos su onomástica para repasar algunos de los momentos más importantes de su biografía
Nació en Madrid un 4 de abril de 1963 –mañana, por tanto, cumple 51 años- y ya desde la cuna tenía marcado el atractivo que, con el tiempo, generaría su persona. Hijo de la duquesa de Alba, el IV duque de Arjona (por una redistribución de títulos en 2013) y XIV conde de Salvatierra (cargo que consigue en 1994 por una cesión de su madre) comenzó con tan solo cinco años a montar a caballo influenciado por una larga tradición familiar gracias a la que se ha convertido en un reconocido jinete entre cuyos méritos se encuentra la participación en los Juegos Olímpicos de Barcelona (donde quedó cuarto en saltos por equipos).
Sin embargo, más allá de su profesión, ha sido su vida privada la que ha llamado la atención de los medios de comunicación, con los que ha mantenido una relación de altos y bajos, especialmente, tras su boda con Genoveva Casanova, el 15 de octubre de 2005. Una ceremonia que tuvo lugar en torno a las siete de la tarde en la pequeña capilla del Palacio de Dueñas y que llegó después de cinco años de relación y dos hijos en común (los mellizos Luis y Amina). Para ese día tan especial, Cayetano lució el mismo uniforme de la Real Maestranza hispalense que ya había utilizado en el matrimonio de su hermana Eugenia y al que, el sastre Fernando Rodríguez Ávila, dio unos pequeños retoques para adaptarlo al enlace.
Pendiente en todo momento, Cayetana se enorgulleció de una celebración que ponía fin a la soltería de quien, en una etapa anterior, había compartido noviazgo con Mar Flores. Un turbulento amor que, parece ser, no gustaba demasiado en la Casa de Alba y que se rompió en 1999, de forma muy polémica, al publicarse en la revista “Interviú” unas fotografías de la modelo en la cama con el también conde Alessadro Lecquio. Esta experiencia supuso un antes y un después en la trayectoria sentimental de nuestro protagonista que, a partir de ahí, fue mucho más precavido en lo que a la elección de sus parejas se refiere.
Sin embargo, la de la mencionada Genoveva Casanova tampoco funcionó y, a pesar de los numerosos intentos por recuperarla, igualmente terminó por romperse. Eso no significa que los dos cónyuges no se hayan esforzado en mantener un contacto cordial –en especial por sus niños- apareciendo juntos en multitud de eventos que no han hecho sino avivar la creencia de una reconciliación que, a juzgar por los hechos, no termina de producirse. Y así, ambos se quieren y se respetan pero, de momento, por separado. “La mujer, como mujer, no es que me guste, es que es lo que más me gusta, y se aprovechaban de eso para distorsionar todo lo que yo hiciera”, comentaba en una entrevista el conde de Salvatierra al ser preguntado por su fama de conquistador y por su relación con el género femenino.
En otro orden de cosas, por encima de su distinguida cuna, nuestro protagonista no se considera un privilegiado o, más bien, hace caer en la cuenta de que existe otra cara menos conocida a la hora de tener en cuenta los privilegios aristocráticos. “Ser heredero de la Casa de Alba no es un chollo. Esto es un monstruo de gastar dinero, no de generar dinero. La verdad, es que no me falta de nada, en eso soy un privilegiado, pero lujos, ni uno.Ahora disfrutamos un poco porque ya hemos convencido a nuestra madre de que podemos tocar un cenicero, de que podemos utilizar un salón para sentarnos…”. Son las palabras con las que Cayetano ha hecho alusión a una condición que, cómo el resto, conoce la crisis. “Tenemos que atajarla y tenemos problemas, como todo el mundo, y nos está costando todo mucho. Trabajo y estoy contento por ello, porque lo triste es no tener trabajo con lo que está pasando en España”.
Tuvo conflictos con trabajadores del campo y, a la vez, ha sido rey Mago en la Cabalgata de Reyes sevillana y está muy vinculado a la Hermandad de los Gitanos (a la que tanto ama su madre). Miró con desconfianza a Alfonso Díez pero, tras conocerlo, concluyó que se trataba de un hombre encantador. Son las sombras y las luces de una persona que forma parte del paisaje social donde ocupa un lugar con nombre, y apellidos, propios.
