“Matar a Leonardo Da Vinci” es la primera novela del popular presentador de “Pasapalabra” donde se dan cita arte, venganza y pasión en un thriller histórico que gira entorno a la figura de este artista del renacimiento por el que Chistian siente auténtica pasión.
El presentador de televisión se dio a conocer en formatos como el juvenil “Desesperado Club Social”, con el que obtuvo un premio Ondas. Tras un parón de tres años, entró a formar parte de la nómina de reporteros del recordado programa de Telecinco “Caiga quien caiga”, a través del cual le vino su mayor oportunidad profesional y se dio a conocer al gran público antes de empezar a conducir “Pasapalabra”, con el que lleva siete años en antena cosechando importantes datos de audiencia y donde conoció a su esposa, la gimnasta Almudena Cid, junto a quien contrajo matrimonio en 2010. Su andadura en el concurso la ha compaginado con su labor en otros espacios como “Tú si que vales” o los debates de los diferentes “realitys” de la cadena de Mediaset, que ha visto en él un hombre todoterreno. Tanto que, apunto de cumplir los 34, su trayectoria como escritor también se ha consolidado con una primera novela, “Matar a Leonardo da Vinci”, precedida de otros tres libros donde narraba sus experiencias como reportero, anécdotas ocultas de la historia o cómo sacar lo mejor de uno mismo de la mano de su admirado genio florentino.
-Todos admiran al genio, pocos conocen al hombre… ¿Usted sí?
– Si, bastante. Cinco años de investigación sobre una de las grandes injusticias de la historia de la humanidad. El pintor es muy conocido pero pocos sabían que era ilegítimo, iletrado, disléxico, bipolar y con déficit de atención. Un gran fracasado en realidad, solo que sus luces taparon sus sombras.
-¿Lo suyo por él es pasión?
Verdadera. Cinco años sin vacaciones lo avalan. Todo empieza en septiembre de 2009, en Milán, con un grupo de niños con Síndrome de Down y, aunque no te cuento más, fue una experiencia cárnica. Algunos me dicen que tengo la biblioteca más importante de este genio en nuestro país.
-¿A quién puede entusiasmar su texto?
– Sobre todo a los curiosos que creen en la multidisciplina, a los que sufren la fuga de cerebros y se tienen que marchar forzosamente -y no por opción-, y a los que opinan que se puede educar de forma entretenida. Hay una frase, que no me gusta, que dice: “La letra con sangre entra”. Yo cambiaria la palabra “sangre” por “sonrisa”. No se puede convertir la pasión en obligación.
-Por su programa conoce a muchos rostros conocidos… ¿Admira a alguien más?
-No soy fan de nadie. Descubrí la gran diferencia entre ídolos y referentes. Los primeros se suponen perfectos y a mí me gusta admirar a la gente a pesar de sus fallos, porque yo también los tengo. No me interesan los famosos, sí las personas. Soy de los que más profesionales del mundo audiovisual conoce, eso sí.
-¿Y se ha llevado algún “chasco”?
– De los que consideraba mis ídolos. Por eso ahora no tengo y prefiero hablar de quien de verdad me interesa. He descubierto a grandes personas que luego han sido importantes para mí como El Arrebato, Patxi Salinas, Jesus Olmedo o Jordi Rebellón… y sobre todo, mi mujer, a la que no conocía y ahora estoy casado con ella.
-¿Es Almudena su mayor triunfo? Se les considera un matrimonio idílico…
– Algo que no entiendo, porque una pareja que se lleva tan bien debería verse como algo habitual y es triste que parezca excepcional. No es mi mayor logro, es mi pasión más grande. El éxito tiene que ver con la consecución de objetivos y lo que yo quiero es pasar el resto de mi vida con ella. Cuando llegue a abuelito te respondo a esto. Claro que, como todas las victorias, conlleva una parte de sacrificio.
-¿Cree en eso más que en la fortuna?
– La suerte no existe. Mi camino siempre ha sido el de la curiosidad, la observación, la perseverancia… Lo otro son posibilidades o estadísticas. A mí el “martes 13” que hubo esta semana solo me sirve para sacar una sonrisa recordando las “empanadillas de Móstoles”. Me parece injusto relacionar ciertas consecuciones con tener suerte porque con eso no se valora el esfuerzo.
-Tras tantos años en televisión, ¿se le conoce bien?
– Siempre he sido el verdadero, para lo bueno y lo malo. Cuando empezaba me dijeron algo que creo que es precioso: “Sé tu mismo”. Eso era un alma de doble filo, porque podía haber caído mal a la gente. Ahora llevo siete años en “Pasapalabra”, que sigue gustando porque combina entretenimiento, cultura, interactividad con el público y buenos concursantes.
-Da la impresión de que no deja de estar de “buen rollo”. ¿Es así?
– También me mosqueo con cosas como la injusticia, el desprecio o la ironía, y reacciono ante ellas como me pilla. Soy humano, no mido mis respuestas y lo digo todo, unas veces a las buenas y otras a las malas. No creo en la hipocresía ni pienso que haya que callarse las cosas.
-¿Ha sentido alguna vez que levantaba los pies del suelo?
– Cuando terminé de hacer “Desesperado Club Social” pensé que ya sabía todo sobre televisión y que no me iba a faltar nunca nada. Pues estuve tres años sin pisarla y tuve que volver a trabajar en una juguetería. Ahí volví a la tierra firme para siempre. Ahora sólo vuela en mí la imaginación. Sé lo que quiero, pero no tengo miedo al fracaso porque también es necesario para aprender.
