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'Cosas que Pasan',

Consecuencias de ser tu propio enemigo

23 febrero, 2014

Acabo de terminar de releer (porque hay ciertos libros a los que hay que volver de vez en cuando) la novela de Margaret Mitchell “Lo que el viento se llevó”. Una historia que ha marcado a muchas generaciones y que, a pesar del paso del tiempo, sigue tan vigente hoy como cuando se publicó, en junio de 1936. Con ella, su autora –que solo escribió este libro-, logró reflejar no solo la biografía de Escarlata O´Hara sino, más allá, la lucha de un país dividido que, con la Guerra de Secesión entre el Norte y el Sur, se vio obligado a una serie de cambios radicales (con todo lo que eso supuso para la gente que allí vivía entonces). Un argumento universal, a la altura de cualquiera de las mejores obras de la literatura, del que muchas son las enseñanzas que podemos extraer respecto, por ejemplo, al amor.Leigh-Vivien-Gone-With-the-Wind_01

Y es que, al contrario de lo que el marketing pregona, no es éste precisamente el relato de dos enamorados entendidos al estilo clásico pues, ni Escarlata, su protagonista absoluta, se prenda de Rhett Butler con un romántico flechazo, ni, de hecho, existe un final feliz al estilo de los que, al menos los textos emocionales, nos tienen acostumbrados. ¿No dicen aquello de que “la vida es eso que pasa mientras uno se empeña en hacer otros planes”? Pues eso, ni más ni menos, es lo que les sucede a los personajes de “Gone with the wind” (título original).

Ahí la cruda realidad es que Scarlett es una niña mimada que se encapricha ciegamente de un hombre, Ashley, al que nunca podrá entender. Fruto de esa ciega pasión, mira con un lamentable desprecio a Melanie, la esposa de Ashley -y la única amiga que la defendió a capa y espada contra todo y todos- y le pone las cosas lo más difíciles posible tanto a Rhett (al que termina cansando con una inmadura actitud que, a pesar de intentar corregir en el último minuto, le cuesta el desprecio de quien de veras supo entenderla y respetarla aún por encima de sus veleidades) como a ella porque, moraleja final, ser enemigo de uno mismo solo conduce a un camino de amargura y soledad.

Por eso lo único que el capitán Butler puede contestarle a su mujer cuando ésta le confiesa cuánto se había equivocado al tratarlo es esa famosa frase de “francamente, querida, me importa un comino”, enfrentando con ironía y algo de humor una tragedia la cual, eso sí, deja una puerta abierta a la esperanza con el consiguiente “mañana, será otro día” que cierra las más de mil páginas de publicación. Tocar fondo –como afirma el espectáculo “The hole”, que hoy se despide del Teatro Lope de Vega-, puede ser útil si nos sirve para resurgir de las cenizas. Evitable pero, sobre todo para los más tozudos, necesario.    

Ricardo Castillejo

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