El cantante sevillano, que presentará en el Auditorio del Palacio de Congresos de Sevilla su álbum “Campamento Labandón” este viernes, abre su corazón a nuestros lectores.
José Antonio Muñoz (@josan_ms)
Con “Aquí me tienes”, primer sencillo de su séptimo disco, El Arrebato hace una declaración de intenciones entregándose por completo a un público que lo recibirá el viernes en una ciudad, Sevilla, que ha apoyado a su paisano desde el comienzo. Poniendo al mal tiempo buena cara, y llenando de alegría la melancolía a golpe de inspiración, sus melodías se hacen populares nada más salir al mercado pero, más allá de ese éxito, a sus 43 años, el artista confiesa que su verdadero triunfo son sus cuatro hijos.
-Creo que las entrevistas es lo que menos le gusta de su trabajo, ¿no?
-Entiendo que son necesarias para que la gente conozca detalles de lo que estoy haciendo pero hablar de mí me resulta pedante y no me siento cómodo. De todos modos lo que peor llevo son los viajes. Al principio era bonito conocer lugares nuevos pero ahora me cuestan mucho.
-¿Desde cuando no se enfrenta a esa fobia a volar suya?
-Desde 2004, que fui a Tenerife y lo pasé fatal. No tomo tranquilizantes como hacen otros con este miedo. Voy a “pelo”, sólo con varias tilas que no evitan que me ponga nerviosísimo, tenga sudores fríos y le dé la “lata” a todo el que tenga al lado. Coloco todos los aires acondicionados mirando para mí (risas). Me han salido ofertas en Latinoamérica pero no las he aceptado, no me veo capaz. Cuando escucho a los flamencos que viajan a Japón pienso: “¡20 horas! ¿Dónde vas, chiquillo?”
-Digamos que eso es lo peor de su profesión… ¿Lo mejor?
-El escenario, donde se dan momentos mágicos de conexión que son como de éxtasis. Me gusta tenerlo tengo todo controlado y media hora antes estar a solas con mi músicos. Una vez que empieza la función no paro de correr de punta a punta. Suelo perder en cada actuación una media de un kilo y medio (risas). Los técnicos me acotan el espacio para que no me salga.
-¿A usted nada le echa el ánimo abajo?
-Tengo mis momentos de “bajón”, como todo el mundo, pero en seguida me agarro a lo positivo. La vida está llena de cosas bonitas. No sé por qué nos empeñamos en mantenernos en las feas como el que cochecito que se queda dando golpes contra una pared. Hay que aprender en las épocas malas, aunque el maestro sea el dolor, y entender que a la felicidad no hay que llegar. Es un estado en el que hay que montarse.
-¿Qué le parece cuando echa la vista atrás a sus comienzos?
-Que soy un tipo con mucha suerte. A veces tengo conversaciones con ese chico de 1985, veo todo lo que el viento me dejó y me siento privilegiado. Eso te llena de alegría pero también me ronda el miedo a perder lo que tengo (apego que necesito romper porque no me deja ser plenamente feliz y me obliga a seguir buscando).
-¿Qué es el auténtico éxito? ¿Ser aplaudido por audiencias multitudinarias o conservar un círculo personal pleno?
-Mi verdadero triunfo es tener una familia como la que tengo. Yo no soy un artista que tiene hijos. Soy un padre que canta. Un cabeza de familia con cuatro hijos que son mi prioridad, una mujer y los problemas cotidianos de cualquier hogar.
-Pero muy amo de casa no se le ve…
-Soy de las últimas reminiscencias que han quedado de la cultura antigua que ni limpia ni ayuda en casa. Tampoco soy el que riñe y Rocío, mi mujer, se queja mucho de eso y me comenta que ella queda de mala y yo de bueno pero a los niños me cuesta echarles la bronca. Me siento mal. Han heredado de mí la parte artística. Los chicos componen y las niñas son bailarinas aunque les advierto que este mundo es muy duro, que conmigo la vida ha sido muy buena, pero no es lo usual.
-¿Es muy diferente El Arrebato de Javier Labandon?
-Javi es más tímido, prudente y comedido. El Arrebato pide perdón antes que permiso. Es más echao “palante”. Uno no lleva felpa en el pelo y el otro sí, y ninguno de los dos usa cremas ni se pone corbata (risas). Ni para mi boda, que fui con pajarita.