“Quiroga, maestro”, ayer en Fibes, resultó una elegante puesta en escena con la que se rindió uno de mejores de los homenajes al género de los últimos tiempos

Ricardo Castillejo

La copla es un género que tiende al exceso. En la interpretación, en sus puestas en escena, en el vestuario de sus intérpretes y hasta en la demostración del fervor del público hacia estos. Sin embargo, la de ayer fue una cita donde, a pesar de contarse con el aforo prácticamente lleno –que, en lo que se refiere a los espectadores al menos, aumenta las probabilidades de ánimos exaltados-, se tendió a todo lo contrario, convirtiendo el concierto “Quiroga, maestro” en un ejercicio de contención que, en caso de poderse puntuar, seguro obtendría una merecida matrícula de honor.

Laura Gallego ensaya con la Orquesta Filarmónica de Sevilla (via twitter)

Apoyado en el fantástico sonido de la Orquesta Filarmónica Andaluza, dirigida por el no menos genial Francisco Javier Gutiérrez, en el auditorio de Fibes se disfrutó de una selección de los mejores temas del repertorio del que fue uno de los genios de este estilo, con más de cinco mil composiciones atribuidas a su autoría. Piezas como “Ojos verdes”, encargada de abrir el espectáculo en las voces de Diego Benjumea y Alejandra Rodríguez, la cual, con arreglos a la antigua usanza, regresó a lo que su creador, posiblemente, quiso fueran los “Ojos verdes”.

El sonido, envolvente y mágico, fue la base sobre la que se sostuvieron las dos horas de “show”. Un armonioso fondo de color, una correcta pero buena iluminación y las gargantas privilegiadas de los artistas del cartel, hicieron el resto. Y así se sucedieron clásicos –sin ningún revestimiento de mezclas ni “modernuras”- como “Romance de valentía”, bajo la cristalina armonía de Fran Doblas; “Limosna de amores”, con la siempre entregada y flamenca Joana Jiménez; “La lirio”, bajo la poderosa y, a la vez, delicada Sandra Cabrera; “Ay, mi Rocío”, de nuevo con el veterano Diego Benjumea; “Tatuaje”, que ejecutó con generosidad la también mencionada Alejandra Rodríguez; o, cerrando el elenco, “La zarzamora” que Laura Gallego regaló al respetable apoyada en una potencia vocal que, al término de la historia, recogió contundentes aplausos a compás.

Joana Jiménez durante el espectáculo celebrado anoche en Fibes (vía twitter)

Después, tras un descanso que no se llegó a entender demasiado –por no ser la duración total tan extensa como para tal-, se volvió al mismo esquema de la primera parte, en esta ocasión, con títulos como “Y sin embargo te quiero” (Alejandra), “Francisco Alegre” (Sandra); “María de la O” (la mayor ovación de la velada para Joana); la maravillosa “No me quieras tanto” (en la que Laura triunfó también como actriz) o “Silencio cariño mío” (Fran). Todo ello presentado con un vestuario a través del que cada artista quiso acercarse a los argumentos que le tocaron contar y en el que, “la” Gallego, puso el listón más alto con unos estilismos, de trajes y “looks”, impecables.

En resumen, “Quiroga, maestro” fue de esas sorpresas que, en mitad de todo el abuso que, en estos últimos tiempos, se está haciendo en torno a la copla, uno se lleva sin esperar. Una apuesta que acertó al pleno y que dejó con ganas demás. Es lo que suele pasar cuando uno sigue aquella máxima de la moda -aplicable a cualquier ámbito de la vida- de “menos es más”.