Reivindicando figuras como Tomás Pavón, La Perla de Cádiz y Antonio Chacón llega Esperanza Fernández al Real Alcázar el próximo sábado para ofrecer un estreno absoluto para la Bienal en el que también contará con las colaboraciones de Ana Morales y Rocío Márquez
Lleva tres décadas regalando lo mejor de sí misma a un público que la señala como uno de los grandes referentes del flamenco actual. Esperanza Fernández volverá el sábado a actuar -esta vez dentro de la Bienal-, proponiendo un montaje, “De lo jondo y verdadero”, que nos permitirá disfrutar de la que es una garganta incombustible y privilegiada. Más allá, la artista se confiesa una mujer prudente, a la que le gusta llevarse bien con sus compañeros de profesión, además de una madre abnegada de dos hijos, en principio, más interesados en el deporte que en el arte.
-Los/as cantaores/as tienen fama de no cuidar mucho su voz… ¿A usted también le pasa?
-Es cierto que no hemos sido muy precavidos en eso. Antes era un arte minoritario y ahora no y, para un concierto de hora y media (o dos horas), necesitas una preparación. En mi caso duermo mucho y vocalizo antes de trabajar. He tenido en eso maestros que me han enseñado a, por ejemplo, no hablar fuerte (que es uno de los grandes problemas de los flamencos). Sea como sea, en el cante tenemos un don puesto. Es difícil de explicar que sin preparación podamos hacer lo que hacemos.
-Dicen que Esperanza Fernández es una de las mejores… ¿Cómo se ve a sí misma?
-Eso es complicado. Sí te diría que soy una persona disciplinada. Incluso hay quien me considera, de broma, una flamenca muy poco flamenca (risas). Cuido mucho todo. Desde la estética, que me parece fundamental, a la manera de levantarte y moverte frente al público.
-Su primera aparición profesional la hizo a los 16 años con Mario Maya… ¿Muchos cambios desde entonces?
-¡Imagínate! ¡Muchísimos! He dado con grandes como Mario, Miguel Narros, orquestas sinfónicas… Eso me ha enriquecido una barbaridad y me ha permitido crecer. Igual que me ha pasado como mujer… La maternidad me ha forjado y me ha dado serenidad.
-Pero se mueve en un mundo demasiado cerrado, ¿no?
-No creas. Ya no. Soy gitana y me considero abierta gracias a la educación basada en el respeto que me han dado mis padres. Luego he sido curiosa, porque el flamenco debe madurar. Y en cuanto a lo que se refiere a mi condición femenina, considero que no tenemos más nada que demostrar. Para eso abrieron el camino señoras como Pastora, que sí se enfrentó a un entorno masculino.
-¿Y si sus hijos decidieran seguir sus pasos?
-Los apoyaría aunque de momento parece que les fascinas más el fútbol. Están federados y lo mismo ése puede ser su camino.
-¿El flamenco tiene ideología?
-No. El flamenco es de todos. Yo no entro ahí. La música, en general, no tiene que ser de ningún lado.
-A los artistas de este género les persigue la “leyenda urbana” de llevarse regular entre ustedes…
-No es solo aquí. Es en todos los ámbitos. No me meto con nadie y me alegro del bien de todos. Con mis compañeros directos nunca he tenido problemas porque, para mí, todo el que actúa se merece una consideración. Sea como sea, ¿en qué sector no hay “pelusillas”?
-Aludiendo al título de su montaje, ¿qué es “lo verdadero”?
-La verdad que tienes en ti, la que tú sacas. No tener nunca una doble cara. Cuando uno se acepta aparece una luz que llama la atención. Se nota una barbaridad… En mi caso soy muy perceptiva y noto las energías enseguida porque tengo mucha sensibilidad y no tengo nada enturbiado. Aunque sea una “motita” de algo, me doy cuenta.
-¿Se enfada en alguna ocasión?
-Con las injusticias. No puedo con ellas.
-Porque, en su tierra, ¿se siente profeta?
-Estoy muy agradecida a mi ciudad pero nadie me ha regalado nunca absolutamente nada. Todo lo que tengo lo he luchado por mí misma y desde fuera no han tenido más remedio que reconocérmelo. Llevo más de treinta años y siempre me he mantenido. Eso es lo que quiero. Tengo la Medalla de Sevilla o el Premio Clara Campoamor y los llevo a gala pero sin abandonar mi línea.
-¿Y si alguna vez le fallara la voz?
-No sé hacer otra cosa que no sea cantar. Supongo que no se me iría la vida porque tendría que sacar adelante a mis niños pero el escenario es donde me pongo guapa y me crezco y, en esas circunstancias que me comentas, me daría mucha pena y envejecería enseguida. Nunca se me ha pasado por la cabeza… ni quiero.