El genial bailaor vuelve durante cuatro días al Teatro Quintero, donde ya en noviembre colgó el cartel de “no hay billetes”, defendiendo los orígenes y la espontaneidad del flamenco a través de su espectáculo “Improvisao” donde, carente de guión, cada función es diferente.
Debutó con cinco años en Broadway y con tan sólo quince creó su primer espectáculo propio. Desde entonces muchos han sido los logros de este sevillano, elegido como una de las personas más bellas del mundo por la revista “People”, que dirige una academia donde difunde los preceptos de la escuela de su abuelo “Farruco”. Padre de un bebé, el artista reconoce improvisar tanto en su vida como en esta nueva puesta en escena en la que se deja llevar despojándose de artificios y buscando la autenticidad de las fiestas gitanas de su infancia.
-¿Qué pretende con este “Improvisao”?
-Me muestro más que nunca tal y como soy, haciendo las cosas según las voy sintiendo en el momento. Cada día es algo diferente. Se sabe como se empieza pero poco más. En esta ocasión está dedicado a Paco de Lucía y he metido estribillos de sus éxitos, contando con colaboraciones como la de mi hermano Farruco, que ha estado con el gran maestro de la guitarra en los últimos años. Hay que tener muchas tablas para hacer esto ya que todos los días no se está bien (y eso se disimula mejor con un montaje articulado de arriba abajo).
-Cuando se encuentra quien baila con una gallina en la cabeza, ¿qué le parece?
-Y todo tipo de animales… Me da pena que se utilice la palabra “flamenco” para decir “mira que moderno soy y cómo puedo hacer algo tan extravagante que ni siquiera yo sé lo que estoy haciendo”. Tengo 31 años y estoy identificado con mi tiempo, pero no quiero tener que llevarme un librito para enterarme del espectáculo.
-¿Se siente profeta en su tierra?
– No, pero antes de culpar a los sevillanos prefiero pensar que todavía no le he dado a Sevilla lo que quiere. No sé que tendría que haberle ofrecido pero yo no soy un artista que se adapte al público. Hay quien era “flamenquísimo” y ahora ha optado por un estilo más contemporáneo para trabajar más. Consumimos mucha fusión entre danzas pero en una función como ésta, sencilla, es donde se ve en primer plano la calidad de los artistas.
-¿Cree que entendemos de flamenco?
-El 90% de la gente que va a verlo no lo entiende, por eso no hay que cambiar la forma de bailar, es absurdo. Es el público el que tiene que aprender a ver lo puro. En la ópera eso no sucede. Todo el mundo se adapta a lo clásico. En España es donde menos gusta el flamenco. Se ha ido el maestro Paco de Lucía y no ha pasado nada. Así somos aquí donde unas letras vulgares son capaces de tararearse toda la vida y de llenar estadios.
-¿Se siente a veces mirado con lupa?
-Hay público que viene a examinarte en vez de a disfrutarte. No quiero estar, como la gente suele comentar, “a la altura”. ¿A la altura de qué y de quién? Cada día tiene menos sentido eso en mi vida. Hasta hoy, como puedo poner una olla calentita en mi casa, haré lo que siento y lo que sé. Me tiene que gustar primero a mí. No voy a cambiar por parecer más moderno. Si los espectadores no respondieran sería capaz de dejar de bailar. Lo haría en casa o con mis amigos pero no tendría sentido seguir
-Porque, ¿flamenco hay que nacer?
-Si naces llevas ventaja porque forma parte de ti y no de tu profesión. Luego tienes que saber aprovecharlo y que te guste. Tengo familia directa que ha visto a mi abuelo toda la vida y no les ha llamado la atención. Si te interesa esta profesión, antes de darte cuenta de lo que es ser flamenco, ya lo eres.
-¿Se es flamenco todo el día? ¿Y artista?
-Artista no, pero flamenco sí. Hay un idioma y una forma de ser dentro del flamenco sin que tenga que haber cante y baile. A mí me ha ayudado en muchos aspectos de mi vida personal. Lo de ser artista continuamente se lleva menos y hay que ser persona ante todo, escuchando al que se acerque a ti y atendiéndolo. Y mucho más si te admira.
-¿En su vida también improvisa?
-Bastante, casi vivo al día. Tal vez pienso en el mañana ahora un poco más porque tengo un hijo y miro por su futuro. Doy gracias a Dios por despertar e intento disfrutar de esa jornada porque también he tenido demasiados momentos en los que he dejado pasar el tiempo pensando en lo que vendrá después.
-¿Considera que el gitano está en un nivel superior en el flamenco?
-El que no tenga claro que el flamenco lo hemos traído los gitanos, mal va. Es el origen pero tampoco por ser gitano está todo ganado…
-¿Será su hijo flamenco?
-Si él quiere lo apoyaré, siempre que aprenda desde la base y con muchísimo respeto. Si no, no pasa nada. A mí nadie me impuso el baile cuando era un niño, pero me gustaba y mi abuelo quiso enseñarme. Soy el mayor de cuatro hermanos, y “Farru” y “El Carpeta” bailan, pero la más pequeña, Alegría, no.
-¿Se está sorprendiendo en su faceta como padre?
-Pensé que iba a ser más “tonto”, de esos que desde fuera parece que “na’ más que tienen hijos ellos. Trato de ser lo más comprensivo posible, dándole cariño y siendo paciente. Me gusta más aprender de él que enseñarle cosas que ni nosotros mismos sabemos si estamos haciendo bien.
