La tercera jornada de SIMOF deja sobre la pasarela el buen hacer de firmas clásicas pero que apuestan, dentro de su concepto más tradicional, por detalles de diseño que las conectan con las nuevas tendencias
por Ricardo Castillejo / Fotos: Chema Soler/ Jesús Green
Está claro que todo en esta ciudad es dual. Betis y Sevilla. “La” Macarena y “la” trianera”. SIMOF y “We love”. Tradición y renovación. Vivimos en un mismo mundo con submundos que, en determinados casos, no solo no son enemigos, sino que hasta pueden aprender los unos de los otros. Como los diseñadores jóvenes captar cosas que les sirvan de las generaciones más veteranas y, viceversa, éstas sumergirse en nuevas ideas que puedan renovar sus conceptos a la hora de vestir. Algo de eso sucedió ayer durante una jornada marcada por nombres de los “de toda la vida” que, de pronto, sorprendieron por los nuevos pasos que van dando en el tan duro camino como el de la moda (flamenca).
Pero poco a poco, porque la mañana partió con el compartido de María Ramírez Flamencas y Cristina Vázquez. La primera, en “Carmen”, realizó modelos transformables donde, el volante de la cintura, puede ponerse, o no, dentro de un concepto romántico y con presencia de mangas de globo. Respecto a Cristina, dividió en cuatro a “Trinidad” -título de su presentación-, toda dedicada a la mujer. A saber: un primer bloque de inocencia con beige y azul; la esperanza, reflejada en los verdes; el amor, con el rojo como aliado; y, por último, el luto del negro. Todo ello culminado con el blanco como unión de todos los colores y símbolo de la fuerza.
Sea como sea, antes de mediodía se esperaba con impaciencia al cordobés Andrew Pocrid quien, con “So Pocrid”, volvió a demostrar cómo lo suyo es algo distinto. Mechones de color a juego con el pelo, con recogidos con ondas al agua muy años 20, y gigantes aros fueron algunos de los aderezos de vestidos que jugaban con las transparencias, los flecos y las lentejuelas en torno a ideas “glamourosas” que se cerraron -lo mejor-, con una serie de multicolores de flecos verdes, rojos, azules, rosas… y otros con enaguas que también mezclaban todo ese magistral arcoíris. De seguido, Yolanda Rivas y MM Complementos acogieron en “A ti Lola” un espíritu tradicional pero con un toque vintage que se plasmó en proliferación de collares de diferentes tonos y larguras, auténticos jardines de bellas flores (a juego o en contraste con el vestido) adornando las cabezas de las desfilantes, y pendientes que demostraron un importante esfuerzo creativo bajo el que destacaron bellas piezas nacaradas u otras en las que, por qué no, un aro, de repente, convivía a la par con una lágrima. Esto, en lo que a los abalorios se refiere, siendo la labor de Rivas muy destacable también. Faldas con diferentes bajos (canasteros, en hileras, en cascada, con volantes que partían de la cintura), preciosos malvas y blancos o negros perforados para ofrecer una flamenca guapa y bien vestida.
Tras los Premios Aromas -que, para el Mejor Diseñador, recayeron en Pedro Béjar y, respecto a la modelo, en Rocío García, Teressa Ninú Atelier, ya por la tarde, optó por elásticos y tejidos cómodos para “Mademoiselle”, grito de guerra feminista que buscó su inspiración en Francia y en la bohemia parisina. Posteriormente, un desfile colectivo dedicado a Málaga, ciudad invitada de esta edición del Salón, dio paso al “carrusel” final de esta jornada maratoniana a la que sumamos a Carmen Vega y sus “Anjanas”, hadas en la mitología cántabra que sirvieron como onírico hilo conductor a grandes escotes de pico o de barco y mangas con mucho volumen en diferentes texturas como satén, organdí, licra y tul. En cuanto a Loli Vera, fueron las cuatro estaciones el “leit motiv” de un trabajo donde no faltaron los fucias y rosas empolvados para la primavera; los estampados de girasoles con fondos blancos para el verano; los caldera con mantoncillos de lentejuelas más propios del otoño y, por último, los blancos y negros, con preciosos encajes de crochet en pecho y espalda, para el invierno. Eso dentro de la abundante presencia de mangas largas sin volantes en los puños y bajos canasteros y falsos canasteros de esta artesana iniciada en el oficio nada más y nada menos que con once años.
Las “chicas Sonibel”, después de la aventura que corrieron, ediciones atrás, con las “flamencas curvys”, fijaron su mirada, en esta ocasión, en las madres lactantes sector, en general, bastante olvidado por este universo de volantes y lunares que nos ocupa y Molina Moda dobló la edad del SIMOF, celebrando sus 50 años con un traje colorista, estampado y, sobre todo, muy cómodo que utiliza, como materia prima, desde los popelines de algodón a las gasas flocadas en terciopelo.
Cerrando la pasarela, Pilar Rubio nos propuso un viaje a México en “Pura sangre”, excelente forma de decir adiós a un día bajo el ritmo del mariachi. Rojos con lunares blancos, cómodos y amplios; estampados florales sobre blanco con brazo que dejaban los hombros al aire, pero continuaban hasta completar una manga corta colgante; cuero negro para una romería “cañera”, con tachuelas y calaveras; y púrpura en una parte más de fiesta, con mangas transparentes y volantes confeccionados a base de trocitos de gasa. Muchas opciones para que el público, que es quien tiene la última palabra, elija. Porque, digan lo que digan los bloggers, influencers, instragramers y, cómo no, los periodistas -que son los auténticos profesionales de la información-, el que paga es el que puede hacer a los supuestamente grandes, pequeños, y viceversa. Y para prueba, nunca esta expresión fue más oportuna, un botón.