El actor, uno de los más reclamados por el teatro musical de la actualidad, interpretará en ‘Los Miserables’ –que se estrena el viernes en Fibes- a Javert, personaje a quien diera vida en la adaptación cinematográfica Russell Crowe

Ricardo Castillejo

Llega a Sevilla el que, según dicen, es el musical de los musicales: “Los Miserables”. Una producción basada en un texto de Víctor Hugo en la que Ignasi Vidal –actor afincado en Sevilla-, interpreta a Javert, uno de los personajes principales de esta historia coral que el año pasado diera el salto al cine con figuras tan destacados como Hugh Jackman, Anne Hathaway o Russell Crowe. Ahora, desde el viernes y hasta el día 17, tendremos la oportunidad de vivir en Fibes las emociones de esta trama en directo con un amplio elenco de esta producción de Stage Entertainment, empresa responsable también de otro éxito teatral como la versión de “El rey León” que se representa en Madrid, en el que también cuenta con un pequeño papel Martina, la hija de ocho años del mencionado Vidal.

-¿Cuáles son las sensaciones al ver a su niña, tan pequeña, junto a usted en el escenario?

-De todo un poco. Da orgullo, emoción… Estoy sorprendido de su capacidad de concentración. Canta y tiene que seguir al director de orquesta. Me deja pasmado.

-¿Se reconoce en ella?

-Bueno, mi padre fue empresario de teatro y mi madre segunda vedette de revista. Me crié en ese ambiente aunque lo que quise ser, hasta los 21, fue futbolista. Luego estudié interpretación y he llegado a montar hasta una banda de rock con la que saqué un disco en diciembre. Respecto a Martina, trato de decirle demasiado y de no interferir. Solo le pregunto si lo ha pasado bien. Ella tiene claro su personaje y desarrolla una madurez que asombra.

-Y se ha convertido en un referente del musical…

-No lo sé. Hay muchos yo creo… Lo que sí soy es un privilegiado. He podido hacer los títulos más importantes del género como “Grease” o “Jesucristo Superstar”. Lo próximo me gustaría que fuera es la dirección de escena.

-¿Y eso?

-Pues eso, que necesito explorar nuevos campos aunque, si aparece un papel interesante, me apunto (risas). Seguro que me “pica” el “gusanillo”. Sea como sea, he pasado seis o siete años frenéticos.

-¿Qué tiene “Los Miserables” que no haya encontrado antes?

-Es lo más grande que hay en musicales, una cima. Todo lo que hay está a un paso, o varios, por detrás. Es un producto único y por eso el público se queda enganchado con la partitura.

-No es precisamente fácil, ¿verdad?

-No, pero no hay ningún título con tantos “hits” como éste: “On my own”, “I dreamed my dream”… Sobre las tablas piensas: “Estoy formando parte de una obra maestra”…

-¿Es la versión que se hizo en el cine un referente bueno o malo?

-Diferente. Aquí la obra ayudó a que se hiciera la película. Lleva treinta años interpretándose en Broadway, más de 57 millones de espectadores… ¡Así era fácil llevarla al cine! A mí me gustó la adaptación pero es para el directo. No hay más que ver cómo el público “ruge” como una fiera con nosotros.

-¿El musical es el género más complejo?

-Todos tienen su complejidad. Lo que hay que estar es preparado para lo que venga. Aquí no puedes dejarte llevar por una partitura bella sin recordar que lo que se cuenta es el drama de unas personas que cambiaron su vida de forma drástica por una decisión. Es una pequeña pieza de una historia trascendental para el mundo moderno. Decía Vargas Llosa que, para conocer el alma humana, no hacía falta vivir la vida sino leer “Los Miserables”.

-¿Cómo es el día a día en gira?

-Depende del sitio pero, en general, solemos llegar la tarde antes para controlar la sala. Es como si te mudaras, con todo lo que ello supone, cada quincena. La verdad es que yo no me maquillo esta vez pero sí uso tres pelucas que reflejan el paso del tiempo.

-¿Le ha desvelado el texto algo que no conociera?

-Me ha permitido desvelar partes de mí que desconocía. Las redes sociales, que conectan a todo el mundo, son frías. Ellos, a finales del XIX, pasaron por una situación injusta y, sin medios, decidieron cambiar.

-¿Hay lugar para el amor en “Los miserables”?

-Sí. Está flotando. Es fundamental cuando aparece y cuando no está también. Mi personaje, por la ausencia de amor, es insensible o poco empático con los demás. Unos lo tienen, otros lo encuentran y otros no lo conocen.

-¿Le gusta hacer de malo? Antes de Javert fue la “Bestia”…

-¿Y quién es bueno? Lo que este autor dejó patente es que somos una comunidad de miserables y que todos pertenecemos a ella. Javert intenta cambiar la realidad desde la ley pero muy fanáticamente. Su error es que traza una línea entre la gente de bien y el lado oscuro. No cree que nadie de lo malo pueda cruzar la barrera pero su interior es noble y sincero. Si funcionásemos así, no existiría, por ejemplo, la corrupción política. No hay buenos ni malos sino personas equivocadas.

-¿Notan la crisis?

-Muchísimo. Pero hay que seguir. Una parte de esta crisis es que no la han vendido como tal. Claro que muchos lo pasan mal pero otros están pendientes de lo que pueda ocurrirle al de enfrente por si acaso les sucede a ellos. Hay posibilidades de cambio.