La presentadora será la madrina de un cóctel que, mañana miércoles en el Hotel Fontecruz a las ocho y media, ofrecerá para recaudar fondos para la fundación que lleva su nombre
Ricardo Castillejo
Con intención de que la sociedad sevillana conozca más la labor que realiza por la investigación de las enfermedades consideradas “raras”, Isabel Gemio vendrá mañana a nuestra ciudad para, en el Hotel Fontecruz, ofrecer un cóctel a un precio de 25 euros en el que se esperan rostros conocidos como los de Raquel Revuelta, El Tato, Luján Argüelles, Joaquín Torres o Cristina Urgel. Madre de dos hijos –uno de ellos con una de estas afecciones-, la conductora de “Te doy mi palabra”, el programa de radio que conduce los fines de semana en Onda Cero, ha querido abrir su corazón para nuestros lectores en una entrevista donde conocemos la otra cara de la que es una de las comunicadoras más populares de nuestro país.
-Isabel, ¿de qué forma cambia la vida que un hijo padezca una enfermedad “rara”?
-Muchísimo. Cualquiera que haya pasado por ello puede entenderlo. Ta cambia para mal, por el dolor insoportable, pero también te da energías para emprender proyectos, sacar tiempo de donde no lo hay… No queda otra.
-Su maternidad no fue temprana…
-No. Fui madre tardía a propósito. Quería vivir, experimentar con mi profesión, ser libre… Con los hijos pasas a un segundo lugar. Ser madre es el oficio más duro, sin instrucciones. Los niños nos necesitan aunque, más que el tiempo en sí, importa la calidad de lo que les des.
-¿Ha sido tan exigente como mamá igual que lo es en el trabajo?
-Ahí fíjate que me he relajado (risas). Según he ido viendo… He tratado de buscar el equilibrio y he encontrado unos hijos cariñosos y buenas personas. Eso es lo esencial porque, en realidad, aquí nunca aciertas. Te pasas, no llegas… Es un sinvivir. Ahora están en la adolescencia pero están en una etapa estupenda.
-Quizás entiende a sus padres más a través de sus hijos…
-Eso hacía mucho que me sucedió. De adolescente tuve conflictos con mi madre, que ya murió y, cuando pasan los años, lo entiendes todo. El tiempo y la madurez son esenciales en eso. De jóvenes somos egoístas y pensamos solo en nosotros y después te das cuenta que ellos sabían más que tú y tenían razón.
-Disfruta del éxito en la radio… ¿No echa de menos la televisión?
-He decidido que hay que vivir el presente. La vida te pude jugar duras trastadas con lo que hay que disfrutar. No merece la pena echar de menos lo que no se tiene. Si surge algo interesante, lo haré y mientras tengo bastante con las ocho horas semanales de radio que dirijo. Eso me lleva de miércoles a domingo y, aparte, lunes y martes los dedico a la fundación (con lo que estoy liada toda la semana). Hago jornada intensiva para dedicarle la tarde a los niños. Como tantas mujeres…
-Entonces, ¿su presente qué tal?
-Con más calidad de vida, más relajadita y menos estrés. Sin la dictadura de las audiencias, que es implacable. El día siguiente al programa es muy malo y eso en la radio no pasa porque es de largo recorrido. Son ya diez años ahí y nos va muy bien, con mucha audiencia y experiencias satisfactorias y felices.
-¿A quién no le da la palabra?
-A quien no me interesa o no interesa. A los que no aportan nada. Me quedo con expertos, profesionales con trayectoria.
-Sevilla en su faceta radiofónica tiene mucho que ver, ¿no?
-Bueno, yo empecé con quince años en mi tierra y en Sevilla estuve con Jesús Quintero en Radio Romántica. Hacía la tarde en la calle Placentines. Luego pasé a TVE en Andalucía, con Joaquín Petit e incluso, en 2002, estuve en Canal Sur. Tengo muchos vínculos, muchos amigos aquí…
-¿Es una ciudad tan particular como dicen?
-¿Y quién no lo es? Si fuéramos iguales sería aburridísimo. En la diversidad está el encanto. En esa etapa me lo pasé muy bien.
-¿Semana Santa o Feria?
-¡Uy! Es que yo pienso, como Dragó, que “más de tres son multitud”. Eso sí, hay que experimentarlo y sentirlo porque no es lo mismo desde dentro que desde fuera.
-¿No es creyente?
-Desgraciadamente, no. Me encantaría porque sería más fácil que Dios ha querido determinadas cosas y que, el sufrimiento de mi niño, sirviera para algo pero no creo que Dios lo quiera todo. No lo siento así. Es como el dolor, personal e intransferible pero no racional.
-Isabel, usted es, más que una periodista, un personaje en sí misma… ¿Cómo lo vive esto?
-Al principio nadie está preparado para pasar al otro lado y que, en vez de preguntar, te pregunten pero, poco a poco, lo asimilas. Quizás el haber empezado desde poco y haber aprovechado la oportunidad, me ha ayudado. Fui consciente de que no se llega a ningún lado y que siempre hay que seguir trabajando, que es lo que llevo haciendo desde joven. Lo importante es la coherencia, reconocerte en el espejo.
-¿Y lo de verse de portada en revistas del corazón?
-Primero no me lo creía y, en concreto a mis hijos, aunque no haya conseguido dejarlos al margen, no me ha gustado nunca exhibirlos. Nunca he dado sus nombres… Han hablado de mis amores, de mis desamores… Forma parte de tu trayectoria y de la popularidad y hay que aceptarlo. Cuando se hace con respeto, lo asumo. Recibo tanto cariño del público que eso ayuda a contemplarlo con naturalidad.
-Parece una persona de carácter… ¿Con qué se emociona?
-Se me ha visto emocionarme en bastantes ocasiones. He llorado y no tengo por qué ocultarlo. Primero soy persona, ser humano. No quiero que se me endurezca el corazón. Puedes ser fuerte y aparentar seguridad pero esos somos los más inseguros. Siempre nos cuestionamos todo. En el fondo, somos emoción y, ése es el motor que nos mueve. Si la reprimes te crea un problema y yo soy demasiado sensible con el dolor de los demás.