Tras el fallecimiento de su marido, Miguel Boyer, la que es un símbolo de la prensa social en España ha lanzado una línea de cremas y regresa, con fuerza, a las portadas de las revistas
Su hija Ana ha sido su principal apoyo para sus productos de belleza
Dicen que cuando la tienes delante no puedes dejar de mirarla. Que es simpática y encantadora y que, a los cinco minutos de conocerla, ya te ha ganado. Pero también hay quien piensa que es fría y manipuladora y que ha ido escalando socialmente a través de sus compañeros sentimentales para situarse en el punto en el que está. Sea como sea, lo cierto es que Isabel Preysler es un referente en España desde hace varias décadas que destaca por su elegancia, por su saber estar y por despertar admiración a cada paso que da, vaya donde vaya y haga lo que haga. Una mujer acostumbrada a ocupar portadas de las revistas de papel cuché –especialmente en “¡Hola!”- y que ha protagonizado importantes campañas publicitarias de firmas prestigiosas como Porcelanosa, los bombones Ferrero Rocher o el cava Freixenet.
Junto a Miguel Boyer formó un sólido matrimonio desde 1988
Sin embargo, la “reina del corazón” ha decidido embarcarse en una aventura lanzando una línea de cosmética propia sobre la que ha volcado toda su energía y que la ha devuelto a la primera línea de la actualidad tras una temporada consagrada en cuerpo y alma a su marido, Miguel Boyer. Después de su fallecimiento, Isabel ha regresado con fuerza para contar esos secretos que tanto llaman la atención del público y que ahora se desvelan en torno a la presentación de “My cream”, tratamiento compuesto por un sérum rejuvenecedor, una crema anti-aging efecto luminosidad y un contorno de ojos y labios revitalizante anti-aging también. “Tendría que haberlo hecho antes, pero nunca es tarde. Creo que está bien a estas alturas de la vida hacer cosas nuevas, reinventarme. Es ilusionante. Es importante no quedarte sentada en casa”, ha confesado en una entrevista concedida a un diario la responsable de esta línea que ya rondaba en su cabeza durante la enfermedad de su difunto esposo. “Si mi hija Ana no llega a participar en el proyecto, no habría podido realizarlo. Me ha empujado de verdad. Cuando empezamos, todavía vivía Miguel y yo le decía “Ay, Ana, ahora tengo demasiadas cosas en la cabeza, con papi y todo eso…”. A ella le parecía una pena no hacerlo, insistía en que no me preocupara, que iba a ayudarme en todo. Después, Chábeli, Enrique, Tamara y Julio también me han animado mucho. Quisieron ser socios pero Ana prefirió separar, no quería tener problemas con los hermanos… Insistía en que podía manejarlo sola”.
Nacida el 18 de febrero de 1951 en Manila (Filipinas), María Isabel Preysler Arrastia procede de una familia acomodada en la que su padre, Carlos Preysler, era gerente de una compañía aérea de su país y delegado del Banco Español de Crédito allí y su madre propietaria de una agencia inmobiliaria. Con una hermana, Beatriz, que murió el 1 de octubre de 2011 a los 53 años (víctima de un cáncer de pulmón), “la” Preysler llegó a España, enviada por sus progenitores, apenas superada su adolescencia. En la capital comenzó a asistir pronto a fiestas de la alta sociedad organizadas por Tomás Terry donde conoció a Julio Iglesias, por aquel entonces cantante de éxito con el que se casó por la iglesia el 29 de enero de 1971 firmando, además del acta matrimonial, su pasaporte a la fama ya que, a partir de entonces, comenzó su leyenda. Separada en 1978, Isabel volvió a enamorarse con posterioridad de Carlos Falcó, Marqués de Griñón, padre de la singular Tamara. Una pareja que duró poco y que dio paso al romance –y posterior enlace- con Miguel Boyer, Ministro de Economía socialista junto al que es sorprendida en marzo de 1986 (a pesar que, desde antes, ya se rumoreaba que existían sentimientos entre ambos). Así, el 2 de enero de 1988 vuelve a pasar por el juzgado y a experimentar la maternidad, en esta ocasión, con la mencionada Ana, benjamina de la familia. “Mucha gente decía, no directamente a mí pero yo me enteraba, cómo es posible que esta señora que sonríe mucho pueda estar con este señor que no sonríe nunca. Pero Miguel conmigo era diferente de la imagen que transmitía, me lo pasaba bomba con él, tenía mucho sentido del humor, era un hombre muy inteligente. Le tocases el tema que le tocases, lo conocía en profundidad; además, tenía una memoria fotográfica. Le pedía que me explicara esto y lo otro. Vivir al lado de una persona así es muy estimulante”, ha comentado al ser preguntada por su convivencia con Boyer. “Él sabía de todo. Valorábamos muchísimo su opinión, era nuestro referente. Y él disfrutaba. Intentaba no ir a tanto almuerzo de trabajo porque le gustaba venir a casa a comer. Por eso cuando se enfermó, al salir de la UVI, me negué a ingresarlo en un centro”.
Espléndida en su madurez, Isabel sigue dando titulares contundentes como que “no he estado con ningún señor por su dinero” y ha desmentido su supuesto “affaire” con Florentino Pérez, presidente del Real Madrid. El trabajo –que, aunque no esté en la ruina, necesita para poder mantenerse- ocupa su día a día y con él tiene suficiente… de momento.
