Su última novela, “La mujer del diplomático”, supone un cambio en una trayectoria que casi siempre ha dedicado a las cuestiones políticas y que, con este libro, deriva hacia el mundo de las emociones donde su autora, más allá de las apariencias, tiene mucho que decir
A pesar de los prejuicios, Isabel San Sebastián es una mujer que, en las distancias cortas, gana. Cariñosa, empática, sensible, la periodista se confiesa un poco cansada de que, desde fuera, gran parte del público tenga sobre ella una imagen equivocada. Por eso, ahora que está a punto de “cruzar el charco” con su novela, “La mujer del diplomático” (centrada en la entrada de Lucía, editora que encuentra unas cartas de su madre, María, a la que redescubre a través de dichos escritos), se encuentra encantada con que, sus lectores de allá, puedan conocerla sin que ya lleven un estereotipo preconcebido.
-Sorprende que haya apostado por un argumento donde los sentimientos están tan presentes…
-Es una de las razones de esto. La gente conoce de mí una cara con la que no me identifico. Me juzgan por un momentito que es discutir. Es como si miras a un cirujano y piensas que siempre es así. En un debate me comporto de una manera pero luego me río, bailo, me emociono, tengo mis hijos… Soy muy vehemente para bien y para mal. Fuerte, pero no dura. Firme en mis convicciones, pero no intolerante. Extraordinariamente liberal a la hora de afrontar la vida. A mis niños, por ejemplo, los he educado bien pero no con autoritarismo. No soy esa mezcla de bruja y “dama de hierro” que muchos creen (lo cual no quiere decir que represente un papel). Esa impresión en los demás me produce frustración (y más por los míos). Algunos amigos de mis hijos, de pequeños, no querían venir a casa a jugar.
-El caso es que el amor es el hilo conductor de “La mujer del diplomático”… ¿Qué piensa sobre él?
-Que es el motor que mueve al mundo y a las personas. Todo se hace por amor o por desamor. No solo a una persona. Tuve la enorme suerte de tener a unos padres a los que quise y me quisieron, mis hijos maravillosos… En lo personal no he sido tan afortunada pero no pasa nada. Lo primero y esencial en este sentido es la lealtad y la fidelidad. Cuando quieres a alguien no le haces daño y si le mientes, se lo haces. La mentira es una traición y aceptándola, al primero al que fallas es a ti mismo.
-Pero el mundo de las emociones no es sencillo, ¿no?
-De todo eso se habla en el libro. Para mí una de las virtudes esenciales es la valentía. Si alguien te gusta, díselo. Hay que ser coherentes. Sea como sea, para mí la forma más perfecta del amor es el que se tiene a los hijos.
-¿Qué le pide a un posible enamorado?
-Que sea inteligente y que tenga sentido del humor. Que me quiera, que comparta mis intereses, mis afectos, que sea alguien íntegro, honesto, con principios…
-¿En la política existe amor?
-Creo que poco. En la política actual hay tantos intereses, tanta falsedad, tanto narcisismo que queda poco espacio para el amor. Política y generosidad son cuestiones antagónicas…
-¿Y qué hacemos ante el panorama que tenemos?
-Que cada cual decida. Yo no confío en la revolución, ni en quemar el Palacio de Invierno, ni en soluciones milagrosas. La democracia es mejorable. Debemos exigir responsabilidad, más abertura, independencia judicial, informativa… Los periodistas no podemos dejarnos amordazar. Y que quien la haga, la pague.
-¿Le gustaba más Zapatero que Rajoy?
-No. Zapatero fue un flagelo para este país pero con Rajoy he sufrido una profundísima decepción. Tuvo un respaldo con el que nadie había contado y no ha usado todas las herramientas para acometer grandes reformas. No volverá a ganar con mayoría y dicen que se está fraguando un pacto entre PSOE y PP (sobre lo que tengo mis dudas salvo que la política se convierta, más allá de la ideología, en una escalera para llegar al poder).
-Dígame algo suyo que, si se supiera, pudiera sorprendernos…
-Que bailo salsa y que lo hago muy bien (risas). O que me encanta plantar árboles y el campo. En realidad, me parezco muy poco a mi personaje.
-¿Y si le llamaran para participar en un programa tipo “Sálvame”?
-Sería un zoquete y diría que no. Eso, más que corazón, es víscera así que, cada uno a lo suyo. Solo sé hacer política y literatura. Llevo cincuenta años leyendo para aprender a escribir un poco…
