El autor de más de setenta libros se sumerge en “El jardín de los tilos” en la vida de Rafaela Ybarra, matriarca de una saga que luchó contra la prostitución en el Bilbao del siglo XIX y que fue beatificada por Juan Pablo II

Ricardo Castillejo

Más de setenta libros o premios como el Planeta (1983) o el Ateneo de Sevilla (1973) jalonan la trayectoria de un hombre que puede sentirse orgulloso de una prolífica y exitosa carrera a la que ahora incorpora “El jardín de los tilos”, novela en la que cuenta la vida de una mujer, Rafaela Ybarra, con la que guarda bastantes puntos en común. Y es que, al igual que la matriarca de la saga de los Ybarra –madre de siete hijos naturales y cinco adoptados de una hermana que había fallecido-, José Luis Olaizola es un defensor de la mujer en circunstancias sociales tan complicadas como las niñas prostitutas en Tailandia para las que trabaja desde la ONG Somos Uno. Un nexo común con quien, nacida en 1843 y fallecida en 1900, fue beatificada por Juan Pablo II en reconocimiento a una vida ejemplar marcada por la ayuda a chicas desfavorecidas de Bilbao para las que creó la Congregación de los Santos Ángeles Custodios.

Rafaela Ybarra fue beatificada por Juan Pablo II

-¿Cómo llega a este personaje, José Luis?

-Mira, cuando los Ybarra me plantearon escribir sobre la beata Rafaela Ybarra me sonó regular porque “beata” tiene un significado un poco peyorativo. Sin embargo, me asomé a Internet y me di cuenta de que enarboló en el siglo XIX la misma lucha mía en Tailandia. Ella vivía en un palacio, era mujer de José de Vilallonga… Alta sociedad a tope hasta que se asoma al drama de las jóvenes de los caseríos que llegaban a Bilbao para ser personal de servicio. Se queda asombrada de las enfermedades venéreas y de otras muchas cosas y se da cuenta de que era una realidad inaceptable. Llegó a entrar en los prostíbulos para convencerles del riesgo que corrían sus vidas y empezó a ayudarles para que prosperasen enseñándoles oficios sencillos siempre siendo seglar. Cuando murió su marido pensó hacerse religiosa pero no lo hico. Es un caso único en la historia.

-¿Qué tipo de persona era Rafaela Ybarra?

-Alguien encantadora y muy atractiva. Con una capacidad de captación y convinción absoluta. Muy natural. Han sido dos años de documentación. Su marido la llamaba “Rafaelita” y para mí es igual.

-Después de 73 libros, ¿qué tiene que ver en una historia para que le motive a escribir sobre ella?

-Pues sería incapaz de escribir sobre Hitler, por ejemplo. Los malvados no me interesan. Soy un católico que escribe pero no busco problemas trascendentales.

José Luis Olaizola ganó el Premio Planeta en 1983 y el Ateneo de Sevilla en 1973.

-¿Considera que lo suyo es un arte o un trabajo?

-Es un trabajo. No me planteo hacer ningún apostolado aunque para mí la literatura es la ordenación artística del relato.

-Lo que pasa es que hoy día parece poder escribir cualquiera, ¿no?

-Ahora tenemos un problema de autores muy malos con grandes éxitos. Se han grandes promociones de fenómenos vanos aunque no me atrevo a hablar mal de compañeros.

-¿Por qué sigue usted al pie del cañón?

-Eso digo yo. A veces pienso que ya he escrito bastante pero hay presiones editoriales y, por otro lado, estoy muy bien de la cabeza y mis libros se venden bien. Llevo cuarenta años en Planeta y, con cada obra nueva, suelo decirles a mis hijos: “Éste es el último” (risas).

-¿Cuál es el libro con mayúsculas, de entre todos, de José Luis Olaizola?

-Me lo pones muy difícil pero quizás el del Planeta, “La guerra del general Escobar”. Era la denuncia de la represión del franquismo. La sufrí en mis carnes. Estaba al frente de una revista y me opuse a Fraga y me crucificaron. El régimen era tremendo. Fusilaban sin pies ni cabeza.

-Dicen que en la actualidad hay otro tipo de censura…

-Sí. Yo sufro una cierta represión con eso de ser católico aunque eso es más soportable a que te fusilen (risas).