Fue su abuelo riojano, Juan Foronda, quien en 1923 fundó la empresa de bordados más antigua de Sevilla la cual, tras pasar por tres generaciones, ahora regenta siete establecimientos de donde han salido mantillas y mantones para personajes tan ilustres como la Reina Sofía.
Vestir de mantilla es una arraigada tradición en las fiestas y celebraciones andaluzas que llega a su máximo exponente, como señal de luto, cada jueves santo. Unos artículos entre los que ha crecido Juan Foronda en una familia que lleva más de 90 años dedicada al artesanal trabajo de unos bordados desde los que se pueden elaborar piezas de coleccionista cuyo valor alcanza hasta los cien mil euros.
-¿Qué tiene que tener una mantilla para ser buena?
-Cada mujer tiene su mantilla, la que realza su belleza y le hace sentirse cómoda. Las mejores opciones son el chantillí o la blonda. Hay a quien le gusta el encaje más pesado, otras las prefieren las sutiles y ligeras. El hecho de que la lleve una mujer andaluza que sepa lucirla da mucho valor a la prenda.
-¿También hay modas para esto?
-No. Son un artículo muy tradicional con origen en la cultura ibérica, antes de Cristo, cuando las mujeres la usaban a diario para cubrirse la cabeza. Esa primitiva era una especie de manto, liso o bordado en lana o seda, que dejaba pasar el aire para atenuar el calor. En Andalucía evolucionó para hacerla más nuestra, pero lleva años en los que nada ha cambiado. En el colorido ocurre igual, siguen triunfando la negra y la marfil. La azul que llevaba Carmina Ordóñez en la boda de su hijo Fran era teñida, no se fabrican así.
-¿Esta costumbre de los Jueves Santos corre peligro?
-No me imagino una Semana Santa sin mantilla, es una tradición muy arraigada. Ahora acabamos de vender una para una chica de 16 años e incluso otras niñas vienen antes. Es una herencia de madres a hijas, o regalos de madrinas y abuelas que tienen la ilusión de transmitir nuestra cultura. Las primeras suelen ser baratitas y, ya si les gusta la experiencia, comienzan a ponerse la que hay en casa. En muchas familias la antigua mantilla es ese objeto preciado que pasa de generación en generación.
-Porque… ¿cuánto pueden llegar a costar?
-Desde 35 euros hasta 100 mil, o lo que te quieras gastar. Estas últimas son creadas durante seis o siete meses por dos personas, de forma única y artesanal, completamente bordadas. Pueden llegar a tener dos metros y medio de longitud. En los mantones ocurre igual, oscilan entre los 35 euros y los 9 mil. Uno antiguo confeccionado a mano puede llegar a más de una treintena de colores con un trabajo muy complicado. El resultado son obras de arte que protagonizan muchas exposiciones.
-Pero muchas se la colocan mal, ¿no?
-Es que una mantilla tiene su complejidad para ponerla. En nuestra web tenemos un video sobre como colocarla y hacerlo más fácil porque el problema está en enfrentarse a ella sin tener ni idea. La mantilla debe ir con su peina, un maquillaje sencillo, un vestido negro por debajo de las rodillas, medias y zapatos oscuros y complementos, como pendientes, gargantillas y rosario, en plata vieja. Aunque en Semana Santa sean muestra de luto, se puede seducir vestida de mantilla. Las mujeres aumentan su atractivo.
-¿Qué personajes ilustres tienen alguno de sus productos?
-La reina tiene mantillas y mantones nuestros, y las infantas también. Cuando se casó su hija Elena en Sevilla hicieron un ensayo para televisión y la madre de Jaime de Marichalar llevaba una peina demasiado alta. Le recomendaron que luciera una más pequeña y la adquirió en nuestro establecimiento. También son clientes otras casas reales europeas, la actriz María Galiana, Ainhoa Arteta y muchos más.
-Mirando a la feria… ¿Qué mantones veremos este año?
-Aquí sí hay más tendencias porque se juega con las tonalidades. Este año se van a llevar los “pastel” y colores claros, para olvidarse de estos tiempos malos. El mantón y la mantilla son las prendas de vestir más españolas y el extranjero las ve como algo muy arraigado a nuestro país, por eso tenemos clientes de todo el mundo que admiran la cultura del bordado. Ellos las usan para vestir pero de diferente modo, como chal o echarpe, y también en la decoración colocándolos encima de un piano, por ejemplo.
