Juanele Zafra tiene una amplia carrera en el mundo de los medios de comunicación como periodista y guionista. Sevillano y amante de la ciudad y sus costumbres, acaba de publicar su primera obra, la novela cómica “Como casarse con un nalgafina”.
Empezó a contar en “Facebook” sus experiencias personales con los chicos las cuales, según él, suelen ser un poco humillantes y bastante cómicas. Por eso terminó creando un “alger ego” bajo el que presenta una serie de aventuras en busca de su “nalgafina” perfecto.
-La primera duda está clara… ¿Qué o quién es un “nalgafina”?
-Un “nalgafina” es un tipo de pijo que se ve mucho en Sevilla y en Jerez que se caracteriza por su manera festiva de vivir, por tener un culito delicioso y unas enormes patillas, entre otros rasgos físicos (como una mirada displicente que hace que pienses que nunca va a estar a tu alcance). Les gusta gustar y por tanto se dejan cortejar sin importarles cuál sea tu sexo (aunque ellos son irremediablemente heterosexuales).
-Otro tipo de hombres de los que habla en su libro son los “pokemon”, ¿cómo son ellos?
-Son aquellos jóvenes con un físico indudablemente superior. Ese tres por ciento de la población que gana estando desnuda más que vestida…
-Trata explícitamente de las relaciones homosexuales… ¿Sevilla está preparada para este tipo de contenido?
-Más bien toco explícitamente relaciones sentimentales. Se me ha olvidado la última vez a la que alguien le llamó la atención que yo fuera homosexual.
-Sin embargo hay quien sigue pensado que en esta ciudad hay mucho tabúes sobre este tema…
-Sevilla no tiene absolutamente ninguna barrera que derribar. A veces es el homosexual el primero que se pone el tabú y el que no quiere aceptarse. A nadie le importa la sexualidad de los demás. A mí me llama la atención que se critique a los que no son capaces de abrir los ojos ante su hijo homosexual, a los hermanos que no lo aceptan con naturalidad, al “gay” que no lo vive de forma natural. Hace quince años, cuando contaba que era homosexual, se quedaban con la boca abierta. Si ahora la abre alguien, es para bostezar. A grandes rasgos, sin generalizar, el que tiene dinero, es gordito y “gay”, no hace falta que lo diga para que se le note.
-¿Cuánto de autobiografía hay en su protagonista?
-Es un “alter ego” y tiene mucho de mí. Muchos en los que no pensaba cuando escribía me dicen que se ven reflejados y, sobre todo, muchísimas lectoras están encantadas con las tribulaciones del personaje, porque las mujeres heterosexuales y los hombres homosexuales tenemos bastante en común.
-A su personaje no le va muy bien con los chicos… ¿Es como la Bridget Jones de la homosexualidad?
-Yo creo que, si Bridget Jones hubiera nacido en Los Remedios, este sería su libro y su historia. Nacer en Los Remedios imprime mucho carácter, es como si fueras el empollón de la clase, tienes que vivir con que desde otros barrios te estén mirando a ver si la cagas (pero, por otro lado, les gustas). Es una zona muy singular.
-¿Es una novela apta para todos los públicos, aunque no sean de Sevilla?
-La literatura sigue siendo la cámara con mayor cantidad de pixeles. Ríete tú de los móviles… Mi novela, humildemente, hace una foto de Sevilla y Sevilla es tan bonita y tan universal que se entiende en todos sitios. No busco reivindicar sino hacer reír. Si algún lector no sonríe con mi libro, le invito a cenar a La Isla a él y a su pareja.
-¿Cree en el amor?
-El amor ha sido el motor de mi vida durante muchísimo tiempo, pero los motores para que funcionen necesitan mucha gasolina. Aún así, sigo hipotecándome para pagarla. Es un ejercicio olímpico. Me parece muy complicado el compromiso del matrimonio y en esto digo lo mismo que la ultraderecha en el año 80: si quieres divorcio, no te cases. Soy tan moderno que llego al fascismo. Creo que el matrimonio es una cosa muy seria cuando se hace por la Iglesia.
-Con la Iglesia hemos topado… ¿Cómo contempla el catolicismo con la homosexualidad?
-No trato de evitar el tema pero es muy simplista reducir toda la historia de la Iglesia católica al debate de la homosexualidad. Me recuerda a cuando hay gays que votan al PP y la gente lo critica. Es un reduccionismo tremendamente simplista. Estoy convencido que la Iglesia, con el tiempo, terminará entendiendo que la homosexualidad es amor y que, por tanto, encaja perfectamente en su proyecto.
