Con 45 años de carrera recién cumplidos –ayer se celebraba este aniversario coincidiendo con su victoria en el Festival de Benidorm- descubrimos hoy el lado más desconocido del gran divo latino

Ricardo Castillejo

Corría el 17 de julio de 1968 cuando Julio José Iglesias de la Cueva, Julio Iglesias, ganaba el Festival de Benidorm con “La vida sigue igual”. Un concurso al que acudía después de tener que dejar aparcada su carrera como futbolista a raíz de un accidente de tráfico el 22 de septiembre de 1963 en el que estuvo a punto de perder la vida… y la movilidad. Sin embargo, los escenarios de todo el mundo esperaban a este hombre considerado uno de los diez mayores vendedores de discos de la historia (superando los 300 millones), con más de 2600 álbumes de oro y poseedor de una de las fortunas más destacadas de España (en 2009 se estimó en 5200 millones de dólares). Todo son cifras en torno a este hombre de 69 años (el 23 de septiembre cumplirá 70), padre siete hijos, ex de Isabel Preysler, marido de Miranda Rijnsburgern aunque, entre una y otra unión, dueño de una fama de conquistador, a juzgar por las pruebas, ganada a pulso.

Pero, ¿qué hay más allá de esta fachada? ¿Guarda muchos secretos el artista que, el próximo 2 agosto, volverá a cantar en Marbella dentro del Festival Starlite (en cuya programación figura también su hijo, Enrique José Iglesias)? ¿Cuáles son sus “manías” de “estrella”?

Para empezar, Julio es un inversor de primera dueño de la tercera parte de Punta Cana (República Dominicana), incluido el aeropuerto. Aparte tiene una bella finca de 230 hectáreas en las colinas de Marbella, desde donde se ve la costa africana, y una casa en la isla de Indian Creek, en Miami. Por no hablar de sus urbanizaciones de lujo, su isla en las Bahamas, su avión de 45 millones de dólares o sus dos Rolls Royce azules…

Más en privado, el artista suele llevar siempre con él un tubito de plástico con tres pastillas y un número de teléfono que le dio el cardiólogo Valentín Fuster y del que no se suele separar ni en cuando se baña en el mar. Amante de los rayos de sol, uno de sus temores más acuciados ha sido la pérdida del pelo que, durante toda su vida, ha sido una cuestión que le ha preocupado muchísimo y que ha cuidado sobremanera para evitar la calvicie total.

De igual forma, su perfil es el derecho y, como persona presumida que es, jamás posa del lado izquierdo al tenerlo más marcado. Sus dientes son suyos (tiene pánico al dentista) y hay tres rituales que nunca deja de cumplir: subirse los pantalones para saltar algún charco, morderse el dedo pulgar y la uña del pulgar de la mano derecha y su postura al dormir, acurrucado y abrazado a la almohada.

Y aún quedan sorpresas porque al gallego le apasiona el marisco… ¡y las pipas de girasol! ¡No puede dejarlas de comer si las tiene cerca! Obseso del buen olor corporal (se ducha y se cambia por completo tres veces al día), nunca baja de los escenarios por el lado izquierdo (solo derecho o centro).

Son solo algunos apuntes respecto a quien, en noviembre del pasado 2012, visitó Sevilla después de 16 años sin venir por nuestra ciudad demostrando que continúa siendo un referente universal incansable y que, lo suyo, es cuestión de magia. Ésa que le ha hecho receptor de un listado innumerable de premios, que le señalan como protagonista absoluto allá donde su nombre o su presencia se anuncia y que, casi medio siglo después, le mantiene al frente de su propio mito.