Durante estos días he podido conversar bastante con un amigo al que admiro tanto como es el doctor Julián Sánchez Conejo-Mir. El dermatólogo –sobre el que se publicará el domingo de la semana que viene una muy interesante entrevista en el próximo número de “Sevilla Magazine”-, es uno de esos profesionales con los que siempre se aprende -más allá de, en este caso, la estética-, de lo más importante de todo: de la vida. Acostumbrado a recibir a muchos famosos en su consulta (buscando la mayoría de ellos el secreto de la eterna juventud), Julián me cuenta que no son precisamente las arrugas las que nos tendrían que preocupar en relación al paso del tiempo sino las imperfecciones de la piel, por un lado, y del alma, por otro (haciendo hincapié aquí de lo esencial que es el cuidado interior).
Y así, no resulta para él un ejemplo Cher y sí Carmen Lomana, sobre la que se deshace en elogios y piropos resaltando que, a pesar de ser sexagenaria, se trata de una mujer atractiva la cual, en todos los sentidos, ha sabido mantenerse activa. Jesús Vázquez (y su marido, Roberto), Imanol Arias (y su novia, Meritxell), Jorge Cadaval o Boris Izaguirre son otros casos de personas a las que este referente de la piel en España admira por cómo están sabiendo envejecer de forma inteligente pues, atención, aquí no se trata de escoger un modelo y querer que nos cambien para parecernos a él (como si de clones se tratase) sino más bien de, en base a la “materia prima” que tenemos, saber sacarle el máximo rendimiento ofreciendo lo mejor de nosotros mismos pero sin perder esa esencia que somos.
Es un cambio de “chip” que nos beneficia enormemente y que se puede extrapolar a cualquier campo pues debemos saber que no siempre lo que queremos es lo que nos conviene y que, por seguir con inflexibilidad algunos prototipos, perdemos muchas oportunidades. Por eso pueden volverte loco las personas rubias y con los ojos azules pero, si encuentras a alguien moreno y con los ojos oscuros junto al que seas feliz, ¿lo dejarías pasar por no ajustarse a tu modelo? ¡No! Eso es algo que uno descubre con los años y, lo que antes era fundamental, de repente deja de serlo (y al contrario). Son los detalles los que pueden hacer enamorarte… o desenamorarte y, ante ellos, hay que mantener los cinco sentidos en estado de alerta.
Mañana se celebra el Día Internacional del Beso pequeño gesto que, en función de cómo se dé, resulta definitivo a la hora de sellar (o no) la unión entre dos personas. Hay quien directamente no sabe besar, a quien le gustan los besos “de abuela” (pequeños, cortos y sonoros), los “morreos” apasionados y también están los que mandan besos con la mano. Sin embargo, en el terreno amoroso, el primer beso no se da con los labios sino con la mirada y, una vez superado este primer escalón, llega ese beso tímido que, de inmediato, a uno le despierta ganas de seguir besando más, y más, y más…. “En un beso sabrás lo que he callado”, afirmaba Neruda muy en lo cierto de que, en muchas ocasiones, no hace falta hablar… para decirlo todo.