
Kiko Rivera vuelve a la música con “Cuento de hadas” mientras Angelina Jolie humaniza a “Maléfica” en su película
Recibo un correo informándome del nuevo tema de Kiko Rivera que, parece ser, dio el salto de DJ a intérprete con intención de quedarse pues, al éxito de “Así soy yo” –anterior canción con la que ha logrado más de ocho millones de reproducciones en youtube y más de dos millones en Spotify-, suma ahora “Cuento de hadas”, historia de un corazón roto que, como siempre en estos casos, después de “meter la pata” pide la oportunidad a su amada de regresar arrepentido a su lado. Sin embargo, ésta ha rehecho su vida y otra persona ocupa su corazón con lo que, las puertas, de momento están cerradas…
Claro que nunca se sabe porque, de hecho, ¿quién iba a decirle al hijo de Isabel Pantoja, que siempre tuvo un futuro tan incierto, que sería fichado por una multinacional como Warner Music y que superaría incluso a los triunfos de su popular mamá? ¿Quién hubiera pronosticado, por otro lado, que dicha discográfica -con artistas en su nómina como Alejandro Sanz, Sergio Dalma o Diana Navarro-, llegaría a acoger con orgullo la producción de este sevillano “carne” de la información “rosa”? Y más allá, ¿quién podría imaginar que nuestro país pasaría de admirar la rima de Francisco de Quevedo o la prosa de Francisco Umbral a los pareados de este otro Francisco, alias “Paquirrín”?
La vida es tan impredecible que muchas cosas que antes no nos parecían bien terminamos aceptándolas hasta con agrado y viceversa, conceptos que daban la sensación de ser inamovibles, ahora son tan poco trascendentes como el del “príncipe azul”, hablando de cuentos de hadas, de “La bella durmiente”. Ésta, en la interesante revisión que se acaba de estrenar con Angelina Jolie como protagonista, “Maléfica”, despierta de su sueño eterno pero no de la manera que pensábamos pues, según afirma dicha película ¡de Disney!, ese amor verdadero con poder para romper cualquier maleficio, no existe provocando que, el tan traído y llevado “flechazo”, la mítica flecha de Cupido, hayan pasado a mejor vida.
Y así, en la mencionada producción se hacen metáforas visuales tan hermosas como la del horror que supone que alguien se lleve las alas de tu corazón con promesas vanas –y la ceguera que éstas producen en quien las escucha y las cree-, o cómo alguien, sin ser de tu sangre ni tener ningún vínculo contigo más allá del inicial rencor (lo que siente Maléfica por Aurora), acaba convirtiéndose en esa sombra protectora que, casi como una madre, hace lo que sea por conseguir tu felicidad.
Porque el amor, como el gran edificio que es, precisa de unos cimientos sólidos que se vayan construyendo poco a poco y que, llegado el momento justo, demuestren estar ahí con algo tan sutil, pero tan contundente a la vez, como puede ser el simple roce de unos labios sobre nuestro rostro. Un final feliz, sí, pero que no les engañen: no es el más sencillo.