El jueves, a medida que iba avanzando el día, fui pensando: “Cuando termine de trabajar, hoy que no voy a ir al gimnasio, ¿qué puedo hacer? ¿Me quedo en casa?”. De pronto me acordé de que esa misma noche se estrenaba en el Lope de Vega la función de Silvia Marsó, “24 horas en la vida de una mujer”, que tenía previsto ir a ver el domingo. Y, aunque a los de signo Virgo nos descuadra bastante lo de cambiar los planes, opté por lo que vengo optando en los últimos tiempos: modificar mi patrón de conducta para descubrir otras cosas distintas con las que, hasta ahora, me topaba.
¡Bingo! ¡No pudo ser una aventura más apasionante! Así, sobre las ocho menos diez salí, cogí una bicicleta de las del Ayuntamiento, y me fui para el teatro sin caer en la cuenta de que, en el camino, me iría encontrando con toda la gente de la manifestación por el Día de la Mujer, envolviéndome de ese ambiente solidario, respetuoso y mágico que se respiraba en las calles. Callejeé todo lo que pude y más pero, con la hora justa, logré llegar a la representación donde, antes de empezar, se leyó un manifiesto en apoyo de las mencionadas protestas.
Por si fuera poco, la función de Silvia me interesó muchísimo, puesto que va en esa misma línea de dejarse llevar para, quién sabe, hallar la que puede ser tu experiencia más recordada. Pero es que, además, al finalizar, durante los aplausos y sin esperarlo, un compañero de la actriz avisó al público de que era el cumpleaños de su “jefa” -es la productora también del espectáculo- para que todos le cantáramos el correspondiente “Cumpleaños feliz”. Nada de esto lo tenía previsto. Todo, al menos unas horas, me cambió la vida.