Es ‘coach’ de grandes voces como Pastora Soler, Vanesa Martín, Manuel Lombo o, recientemente, Ruth Lorenzo e imparte clases tanto en su academia sevillana, ‘El callejón de las artes’, como en Madrid basándose en los métodos IVA y SLS que todos los años perfecciona con grandes maestros estadounidenses
Llegó a Sevilla hace doce años y, desde entonces, ha luchado por demostrar que, con una buena técnica vocal, el potencial de los artistas se multiplica tanto que ellos mismos se sorprenden al comprobar aquello de lo que son capaces después de pasar por las manos de esta amante incondicional de la voz. Perfeccionista y exigente, Liliana Aracil cuenta con un amplio bagaje profesional que ahora comparte en una academia, “El callejón de las artes”, donde cuenta con alumnas tan privilegiadas como nuestra paisana Pastora Soler sobre la que su “coach” habla por vez primera después de su comentado desmayo en Fibes.
-¿Pastora Soler es, como se dice, la mejor voz de España?
-Bueno, indiscutiblemente una de las mejores, sí. Otra con la que también trabajo, y que me encanta, es Ruth Lorenzo. Y luego hay grandes intérpretes que, sin tener una gran voz, son muy buenos. Como Pablo Alborán, por ejemplo. Un artista no es solo una garganta. Si ésta no la cuidas, es como quien tiene un Ferrari y anda en bicicleta. Pastora posee un gran potencial vocal. El problema es saber llevarla. Esas voces tienen más complicaciones que las “chiquitas”. Técnicamente la está dominando.
-¿Tuvo algo que ver en su desmayo el agotamiento vocal?
-No, no creo. Yo estuve con ella antes de empezar y la vocalicé a las dos y estaba perfecta. Sí creo que está relacionado con agotamiento. Estar de ciudad en ciudad, en camas que no son las tuyas… Si no te encuentras al cien por cien, el cuerpo pasa factura. La técnica, en todo caso, ayuda a que no se canse tanto.
-¿Modificará algo su entrenamiento después de eso?
-No aunque sí me gusta que el desarrollo vocal toque diferentes estilos. En los niños hago mucho musical pero, de pronto, meto otras cosas como clásica o temas antiguos italianos. Eso hace que se desarrolle la voz de otra forma y se enriquezca.1
-Porque, una buena voz, ¿cuál es?
-Alguien que canta bien, mejor dicho, es quien lo hace con un balance de registros y pone la interpretación y la técnica al servicio de la canción. Debe tener sus armónicos, no empujar la voz…
-¿Qué le parecen los concursos musicales de la actualidad? ¿Aportan algo?
-Bueno, permiten ver todo el talento que hay en España aunque, la verdad, últimamente estoy muy decepcionada porque, ante gente con posibilidad de proyección internacional, prefieren quedarse con otros con pocas posibilidades vocales. No sé si es que no se fluye o si el dictamen viene de arriba pero la realidad es ésa.
-¿Y del flamenco? ¿Cuál es su opinión?
-El flamenco es un género riquísimo pero, desde el punto de vista de la técnica, muy salvaje. Quienes lo interpretan, con dos puntos que mejoraran, aliviarían mucho la voz y el estilo. Hay quien piensa que la técnica perjudica la forma de hacer pero no es así. Al contrario, se debe saber cómo funciona la voz para olvidarse de ella.
-¿Corrobora aquello de que Sevilla es cuna de artistas?
-Es cierto que, en Andalucía en general, hay muchos cantantes pero eso tiene que llevarse hacia la profesionalidad. Vine para eso. Estaba cansada de Estados Unidos y, a pesar de pensar en Madrid y Barcelona, me decanté por esta tierra porque tenía algunos contactos aquí. Pablo Cariñanos se interesó por mi labor, empezó a mandarme alumnos, y ya me quedé.
-Voy a referirle algunas figuras y me cuenta su opinión al respecto… ¿Malú?
-Una gran intérprete con una capacidad importante pero que, vocalmente, no está pasando su mejor momento.
-Alejandro Sanz…
-Me fascina su creatividad, su voz atractiva pero, en lo que se refiere a la técnica, el tiempo le está pasando factura. Es un maestro pero no en el manejo vocal.
-Diana Navarro…
-Otra de las mejores. Ha logrado entender su voz y manejarla a su gusto. Le tiene un gran respeto a su instrumento. Es una delicia escucharla.
-Cantar suele dar vergüenza… ¿Por qué?
-Porque no conocemos su efecto terapéutico, que es mucho. Al cantar nos ponemos en contacto con una vibración con el cuerpo. Equilibra y da balance emocional, conectando a lo espiritual, parcela cada vez más descuidada.
