2017-2018 ha sido una temporada muy intensa para SEVILLA MAGAZINE, realizando en estos meses aplaudidos editoriales de moda y entrevistas de entre las que, este verano, queremos recordar algunas de ellas… como Pastora Soler
-Antes de nada, ¿cómo estás? ¿Con qué estado anímico vuelves?
-Muy relajada, que es lo que a mí me gusta. Tal vez me he tomado esto siempre al límite. Como me ha costado todo tanto desde el principio eso me creó una ansiedad que me hizo explotar. Pero he aprendido la lección para no perder nunca más la serenidad que he alcanzado. Desde que quedé embarazada encontré una calma que no había sentido nunca. Eso sin perder la ilusión y la emoción.
-Porque, realmente, ¿qué pasó?
-Bueno, lo de “miedo escénico” llamó mucho la atención de la prensa. Desde que me sucedió lo de Sevilla empecé a sufrir unas inseguridades sobre el escenario que no había sentido nunca pero yo seguí la gira hasta Málaga. Fueron más de veinte conciertos y eso me quemó mucho. No me desmayé por miedo escénico sino que se juntaron una serie de cosas. La mañana anterior me levanté con dolor de garganta, tenía la responsabilidad de un espacio lleno como Fibes (con más de 4.000 personas, por vez primera en mi tierra), los nervios que arrastraba, decepciones como ver que había apostado por un proyecto, “Conóceme”, muy complejo vocalmente pero que solo tuvo dos semanas de promoción… Era un espectáculo muy exigente y empecé a tener tal grado de disciplina que no me dejaba disfrutar, pasándolo muy mal en cada actuación. Hasta me hice daño en la garganta por forzarla demasiado… Así que cuando en Málaga me quedé de repente afónica fue cuando pensé: “Ya no puedo más”. Había suspendido varias veces y creía que tenía la obligación, con el público sobre todo, de dar una explicación. Por eso el texto que publiqué. Después me sorprendí de la reacción de los medios, persiguiéndome por la calle y todo…
-¿Cómo viviste tú todo eso?
-El instante de decir “lo dejo” fue una liberación. Llevaba sin parar desde pequeña con el lema de que era (y es) para pasarlo bien. Alejandro Sanz me lo advirtió con un consejo: “Esto es música, no lo olvides”. Por otro lado, hasta que supe que estaba en estado, fue un sentimiento de pérdida muy grande. Como cuando lo dejas con un amor o se te va un ser querido. Rompí con mi vida y era definitivo. Fueron dos meses dolorosos en los que no fui ni a un psicólogo, ni escuchaba música, ni cantaba, ni podía oír nada mío sin llorar. Había luchado mucho para el que era mi mejor momento, cuando podía ofrecer lo que yo de veras quería y tuve que dejarlo y, como es normal, lloré mucho. Lo mismo sin el embarazo hubiera sido más traumático pero el 7 de enero se produjo el milagro…
-¿De qué forma lo superaste?
-De manera natural. Claro que he tenido terapia (y quiero seguir con ella) pero apareció mi hija y empecé a llenarme de ilusión, de vida… Empecé a cantarle a mi niña y le pedí a la compañía –que se ha portado fenomenal- algunos temas pero muy pausadamente, sin prisas. Aun así, pienso en el escenario y sé que es el gran último paso. Esto ha sido un paréntesis pero he tenido veinte años gozando mi profesión. Ahora toca volver a ganarme la confianza en mí misma.
-Por lo que cuentas, tu niña ha sido casi tu tabla de salvación…
-Total. Todos lo dicen pero es así. Un hijo te hace relativizarlo todo. Antes yo era el centro de mi mundo. Yo y siempre yo. Demasiado frágil. Cuando eres madre te vuelves una luchadora y todo es por ella.
-¿Y cómo es “ella”?
-(Risas) Pues con lo pequeña que es la veo buena y noble. A mi padre, que está un poco malo, lo trata con una delicadeza increíble. Los niños lo perciben todo y Estrella tiene muy buen corazón. Es alegre, despierta, viva… Creo que tendrá sensibilidad para el arte.
-Porque la maternidad estaba en tus planes, ¿verdad?
-Sí, sí. De hecho es una pena que nos metamos en lo laboral y vayamos abandonando algo que es tan importante. En mi caso estaba posponiendo el sueño de mi vida. Ha llegado cuando tenía que llegar pero si hubiera seguido en la espiral, ¿quién sabe si habría tenido que renunciar a eso? Es otra de las lecciones. Lo principal es vivir. Yo, aunque fuera joven, siempre tuve claro que quería hacer lo mismo que mis amigas y que los de mi edad. No por dedicarme a esto mío hay que dejar atrás experiencias que luego puede ser que pierdas. De los 20 a los 35 se me pasó en un suspiro y es una etapa tan bonita… Y después mi trabajo empezó a comerme. Todo era cuidarme para poder cantar. Ser madre es lo primero que hago por mí, por Pilar. Lo otro –intentar estar mona, la dieta, prepararme…- era por Pastora.
-¿Eres una mamá ‘desesperada’? ¿’Atacada’?
-Para nada. El padre es más duro que yo. Si se tiene que caer, se tiene que caer. Debe aprender. Los primeros meses de un bebé son durísimos. Como no duermes chocas con todos. Con tu marido, con tu suegra, con tu madre… Es maravilloso pero es así. A partir de los seis o siete meses es más llevadero.
-Entiendo que otra pieza fundamental en este tránsito ha sido Francis, tu marido…
-Hasta el punto que, tanto él como mis padres, lo que querían es que estuviera bien. Francis me vio sufrir los meses previos y me ha respetado en todo momento. Hasta cuando ponía una canción y le pedía que le quitara, porque no me quería escuchar, lo entendía. Tiene mucha psicología –por eso enseña tan bien- y, sin tener que hablar del tema, sabía cómo ayudarme. Al pasar los años del enamoramiento, en la otra persona debes buscar a tu compañero. Antes de pareja fuimos amigos y eso continúa intacto.
-Durante este tiempo has pasado a ser un personaje atractivo para la ‘prensa del corazón’. Te han seguido, te hacen fotos en la playa… ¿Lo llevas bien?
-Gracias a Dios es algo muy suave. No podría soportar que estuvieran detrás mía continuamente. Tras dar el comunicado tuve un coche en mi puerta haciendo guardia una semana y me di cuenta de lo que es eso y de que se puede llegar a entender que se pierdan los nervios. Puedo contar de mí en las redes pero cada vez con más cuidado. No estoy radiando todo lo que hago. A mi hija no la quiero enseñar porque es ella la que tendrá que decidir cuando le toque. Hay una parcela que es de mi intimidad.
-A todo esto, al álbum anterior, ‘Conóceme’, ¿le has cogido manía?
-No. Es mi mejor obra, mi culmen como intérprete. La culpable fui yo, por exigirme más que lo que la gente me pedía. Por fin se me conocía por hacer balada (no flamenquito) y yo me tomé aquello como si tuviera que ser Céline Dion, todo el rato arriba. Y además en directo lo quería hacer todo en el mismo tono. Quería llegar a notas imposibles pero el espectador no valora eso, sino que le emociones.
-Vamos si te parece a ‘La calma’…
-Desde abril del año pasado empecé a recibir propuestas y me quedé con las que más me han aportado. Los autores me mandan melodías increíbles y aquí hay un poco de todo, dentro de una línea, claro. Incluso te diría que hay tres canciones que canto en un registro que nunca había tocado y que he descubierto por mi hija. Para dormirla en los brazos descubrí una medio voz que me ha sorprendido y que me encanta (risas).
-Dicen que eres la mejor de España…
-Hay muchas muy buenas, aunque eso sea un halago y una responsabilidad y te llene de satisfacción. No soy cantautora, ni letrista. Lo que yo vendo es mi voz. Por eso tengo que ir a actuar en plenitud. Eso es lo que la gente espera de mí.
-Es curioso que tu forma de hablar y de ser es muy dulce pero interpretando eres mucho más fuerte… ¿Has reflexionado al respecto?
-Sí, sí. Soy frágil y tímida, contraria a lo que soy actuando. En el escenario me vuelvo una fiera, una leona, me transformo. Es como mi liberación, un desdoblamiento de mi personalidad.
-Aludiendo al ‘glamour’ del editorial de nuestra revista… ¿Qué tienes de diva?
-Lo que tenga sobre las tablas. Porque ni siquiera en los camerinos… No tengo caprichos ni rarezas. En mi forma de vida no soy diva. Fíjate que de Luis Sanz –que fue quien me descubrió y siempre estaba rodeado de divas como “la” Jurado, “la” Dúrcal y otras- cogí algunas supersticiones pero, después de mis últimas experiencias, me di cuenta de que no valen para nada así que también me las he quitado (risas).
-Son 38 años los que tienes y los cuarenta están a la vuelta de la esquina… ¿Lo notas?
-En la madurez. Pero me ha venido antes. Me tomo todo de otra manera. La gira está muy controlada por mí, llevando las riendas. Tengo una hija de la que quiero disfrutar y a la que, es más, me encantaría darle un hermano. Me conformo con muy poco. No he sido nunca ambiciosa y cuando lo he sido me han venido problemas. Mi realidad es muy sencilla. No quiero vender no sé cuántos discos ni irme a América por obligación ni nada de eso. Si llega, estupendo pero desde la serenidad.
-Y al final, de lo caminado, de lo que viene, ¿cuál es el balance tras la pausa?
-El recorrido ha merecido la pena, aunque todo ha sido a base de esfuerzo, de currar muchísimo. No me han venido golpes de suerte, ni un boom. Lo mío ha sido perseverancia, sin poderme tomar ni siquiera un verano de descanso. Y en cuanto al futuro tengo mucha ilusión por hacer las cosas pero bien, disfrutando, viviendo que, al fin y al cabo, es de lo que se trata…
Reportaje gráfico: Juanjo Moreno
Ayudante y fotos Making of:Javier García
Maquillaje y peluquería: Javier Reyes para Galenic Termix y Rene Furterer
Producción: Jesús Bolín e Iván Alcázar
Complementos: Sabina
Agradecimientos: Coches con clase
www.michofer.es
Ubicación: Hotel Colón