“Los trapos sucios se lavan en casa”. ¿Quién no ha escuchado alguna vez –y quién no lo ha empleado también- este refrán? Porque todos tenemos cosas que callar –o que son menos agradables de airear-, y porque la prudencia es una virtud. O al menos era ya que, si miramos alrededor, es evidente que ahora la “ropa” -mientras menos limpia, mejor- se expone delante de todo el mundo haciendo gala de un desahogo tan evidente como el que demostraron Alonso Caparrós y Andrés Caparrós la semana pasada en la “tele”.
Alonso –que me parece un encanto y que tiene una mujer, Angélica, más encantadora todavía-, abandonó sus colaboraciones en “Sábado Deluxe” marchándose por la puerta que abre la llave del reproche y tras la que solo suele haber dolor y mal rollo. Desconociendo los entresijos de esta familia me pregunto: ¿Les merece la pena esa exposición?
Claro que no son los únicos. Están “los” Janeiro, Belén Esteban, “los” Pantoja, “los” Rivera, “los” Garós recientemente… Sagas enteras que se han convertido en parte de nuestro día a día y de los que sabemos casi tanto, o más, que de muchas personas que tenemos mucho más cerca. Sin embargo, a la hora de juzgar, recuerden esos “trapos” de su hogar pues aquí, como afirma la Biblia, de pecado no hay libre nadie. A partir de ahí, controlemos el lanzamiento de piedras. Son peligrosas y hacen daño.