Ya ha dicho adiós a la escena. Al menos, de momento. Porque, como decía Jesús Cimarro, director del Festival de Teatro Clásico de Mérida, al término de la representación de “Antígona”, los grandes como él, nunca se van del todo. Y ojalá así sea porque puedo aseguraros que, algunas de las coreografías más hermosas que he visto en mi vida -y he visto unas cuantas-, han nacido del talento de un maravilloso artista como es Víctor Ullate.
Su delicadeza, su elegancia, su sentido estético… son únicos. Así, a pesar de la dificultad que la danza tiene de que solo cuenta con el lenguaje corporal para que el público capte la historia que, sobre el escenario, se está contando, todo lo que viene tocado por la varita del arte de este hombre logra que, esa separación entre las tablas y el público desaparezca y nos integremos en sus montajes casi como si a ellos mismos perteneciéramos. Eso, sin perder la magia que todo espectáculo debe desprender y que, en el caso que os relato, era mucha.
Ullate desplegó este fin de semana una serie de escenas que fueron recreando, apoyadas en una fantástica iluminación y vestuario, este argumento de una mujer la cual, contra las normas de su época, decidió imponer su voluntad para enterrar a su hermano en el sagrado lugar que le correspondía. Pasiones continuas durante una representación cargada de simbolismos y de emociones, siendo la mayor de todas el hecho de que, volviendo al principio, Víctor cierra con este montaje un ciclo vital lleno de éxitos… y de mucha lucha también.
Poseedor de una compañía propia, ha luchado contra viento y marea -y con pocas ayudas estatales, dicho sea de paso-, para dar forma a un sueño que, gracias a su empeño, hemos soñado también espectadores de varias generaciones. Gracias pues al maestro por habernos hecho el regalo de, en tiempos donde el feísmo está de moda, seguir creyendo en que, la belleza, sigue teniendo cabida en nuestra realidad. Ojalá algún día se inviertan las tornas y valoremos de nuevo la calidad y lo bien hecho. Nos convertiría, seguro, en una sociedad mucho más avanzada.