Inmersa en los ensayos de “Suspiro flamenco”, el espectáculo con el que, el viernes y sábado de la próxima semana (21 y 22 de marzo), vuelve al Lope de Vega, Manuela Carrasco se desvela como una amorosa abuela de cuatro nietos entre los que, quién sabe, se encuentre la continuación de su legado artístico
Decir el nombre de Manuela Carrasco en el flamenco es decirlo prácticamente todo. La “diosa del flamenco” –apodo con el que le rebautizaron con 18 años-, tiene intención, mientras el “cuerpo aguante”, de continuar “al pie del cañón” como la primera figura del baile que es. Ahora, a punto de estrenar “Suspiro flamenco” en el Lope de Vega, la sevillana –que lucirá en este espectáculo vestuario de Aurora Gaviño- abre su corazón para nuestros lectores dejando claro que, más allá del mito, ella es una mujer de “carne y hueso” preocupada por su arte, en lo profesional, y por los suyos, en lo personal.
-¿Hay, a la hora de montar un proyecto, algo que le inquiete por encima del resto?
-No. Es un conjunto de cosas. Que la ropa no pese mucho y me encuentre a gusto con ella, que la guitarra no suene desafinada, que las luces estén en su sitio… Soy muy exigente y estoy pendiente de todo.
-Y eso siendo autodidacta…
-Bueno, pero después hay que formarse. Lo que nunca sabes cómo surge es la improvisación. Supongo que depende de que estés cómoda en el escenario, que el cante te lleve… La inspiración siempre está y yo salgo a darlo todo pero lo otro no está en tus manos.
-¿Qué le parece cuando se ve en grabaciones de vídeo?
-Nunca estoy conforme. Empiezo a plantearme lo que debiera haber cambiado y quiero perfeccionar lo que ya de por sí está bien.
-Está claro que, con el tiempo, se pierde y se gana pero… ¿qué?
-Pues se gana sabiduría, majestad y saber estar aunque, por otro lado, no tengas la misma potencia que con veinte años.
-Cuando termina de actuar, ¿se va a la cama?
-Depende cómo haya salido todo. Si he bailado bien, me voy de fiesta y, si no, me siento muy triste…
-¿Se trabaja bien en familia?
-Sí porque todos me respetan. Y no solo los míos sino el resto de los integrantes de la compañía. Todos salimos a una.
-¿Es artista las 24 horas del día?
-(Risas) No, la verdad es que no. Por la mañana estoy con los ensayos y luego mi casa, mis nietos, preguntar si están bien o no… Los domingos me encanta que vengan todos a comer conmigo y prepararles yo misma el almuerzo.
-Tiene tres nietas y un nieto… ¿Ve continuidad de la saga?
-Sí. Samara canta y baila y Manuela baila de muerte.
-¿Les enseña?
-Lo que puedo. Les voy poniendo cositas, les indico sobre los brazos, las vueltas… A veces me los traigo conmigo para que me vean y se les vaya pegando la música.
-¿Piensa seguir en esto mientras pueda?
-Sí. Cuando las piernas me tiemblen, se acabó. Lo haré con gran pena de mi corazón pero no me quedará otro remedio. Por eso, el día que me vea flaqueando, seré la primera en dejarlo. Desearía retirarme como soy, aunque me cueste lágrimas. Hay que ir con los años y, en la vida, ser inteligente.
-¿Es usted en la intimidad tan fuerte como en su parcela pública?
-Soy más bien tímida pero sí reconozco que tengo una personalidad contundente. Muchas veces no me atrevo a saludar a la gente y no es por orgullo ni por nada de eso sino porque me da vergüenza. Soy más sencilla de lo que piensas. Siempre voy con el “por favor” por delante y respeto a todos los artistas.
-¿Ha salido una Manuela Carrasco entre las nuevas generaciones?
-De momento, no. Y no suelo comparar pero no he visto a nadie así.
-La llaman la “diosa del flamenco”…
-Me considero una mujer normal, gitana, que ha bailado. Soy Manuela Carrasco, no una diosa.
-¿Cuál es su opinión de las mezclas a las que se somete el flamenco de un tiempo a esta parte?
-Demasiadas rarezas. No estoy de acuerdo. El flamenco no se debiera cambiar. No puedes mezclar de esa manera y, si bien no todos tienen la suerte de nacer con arte, sí que existe la formación como una alternativa para mejorar la técnica. Si la juventud, con sus facultades, mantuviera bien la herencia flamenca, sería perfecto.
-¿Le intranquiliza estrenar en Sevilla?
-Mucho. Sevilla es especial. Aquí me adoran pero eso no significa que no me dé mucho miedo. Aparte, el teatro estará lleno de compañeros con lo que la responsabilidad es mayor.
