Tras más de dos décadas aportando su particular visión de la moda en Sevilla, y desde hace un tiempo también en Madrid, Pol Nuñez ha conseguido que sus creaciones se distingan rápidamente del resto a partir de una línea muy marcada que le ha valido recientemente el prestigioso galardón Dedal de Oro, que antes habían recibido diseñadores como Victorio&Lucchino o Agatha Ruiz de la Prada.

Macarena Franco

Hace más de veinte años, las hermanas María del Mar y Delia comenzaron a realizar sus primeros diseños de flamenca en un pequeño taller donde creaban artesanalmente unos trajes que marcaban diferencia con lo que hasta el momento había en el mercado y que venía a cubrir un hueco en el sector que fue creciendo gracias al boca a boca. Hoy día, con dos líneas de negocio separadas, las Pol Nuñez son todo un referente tanto en trajes de novia como de gitana, gracias a un producto de calidad que el público recibe como piezas que rozan la alta costura.

-¿En qué momento decidieron embarcarse en trajes de novia?

-Hace unos diez años, cuando nos habíamos consolidado en el sector de los volantes, hicimos un traje de novia a una amiga y gustó mucho. Desde entonces la gente empezó a elegirnos para el que sin duda es uno de los días más importantes de su vida. Sevilla se mueve mucho por el boca a boca.

-Hace un par de años su hermana Delia quedó al frente de “Flamenca Pol Núñez” y usted se decantó por el sector nupcial… ¿A qué se debió esta decisión de andar separadas?

-A intentar ser prácticas en todos los sentidos. Nuestros hijos tienen edades muy diferentes y, mientras yo quería ampliar fronteras, ella tenía otras necesidades. Era una cuestión de viabilidad para ambas y ésta era la mejor fórmula que se nos ocurrió. Ella es genial haciendo flamenca.

-Ahora su mano derecha es su hija… ¿Es mejor trabajar en familia?

-Claro que sí. He trabajado con mi hermana durante 17 años y no hemos tenido ni un más ni un menos. Ha sido maravilloso en todos los aspectos. Hemos viajado juntas, sufrido, nos hemos reído y también nos hemos llevado alguna medalla. Ahora es el turno de mi hija, que lleva la tienda de Madrid, y yo la de Sevilla.

-¿Se sienten profetas en su tierra?

-Tanto como eso creo que no. Con flamenca hemos conseguido algo diferente a lo que se hacía antes y eso permitió que tuviéramos un éxito tremendo. Sin embargo, para novias en Madrid nos acogieron mejor que aquí (aunque ahora estemos tomando más fuerza).

-¿Va nuestra ciudad impregnada en su obra?

-Nuestra firma es Sevilla en esencia: el colorido, la estética, la forma… Aunque no son novias flamencas, sí llevamos la creatividad del Sur y un toque “bohemio chic” que no hay en otro sitio. Intento conservar lo auténtico, lo antiguo, la buena costura de los “atelier” franceses, el “art decó”, la moda de los años 20… Todo ello con un toque de modernidad y buscando ser pioneros. Se busca la singularidad, ser diferentes al resto en el día de la boda.

-¿Pero aún se puede sorprender o está todo inventado?

-La moda nace del ser humano y como él evoluciona. Siempre quedan cosas que sacar y que ilusionen.

-¿En qué consiste la elegancia para usted?

-Es una actitud, algo que se refleja, una serenidad. Es mucho más que las “señoras percha” que vemos en las revistas. Me gusta el tipo de personas como Audrey Hepburn con cara dulce, serena, con un saber estar. Para mí es un icono. En el lado opuesto estaría Madonna, por ejemplo.

-¿Tiene algún personaje al que le gustaría vestir?

-Doña Letizia. Puede sonar pretencioso, pero es la reina. No entra dentro de mi estilo. La veo correcta pero me encantaría darle un giro y convertirla en alguien menos estática y más juvenil, sin llegar a ser vulgar. La veo hierática y me gustaría que resultara más sutil.

-¿A quién le concedería el próximo Dedal de Oro?

-Todos los que lo han recibido hasta ahora son profesionales que han luchado muchísimo y se lo merecen. En un futuro se lo daría a jóvenes promesas que necesitan abrirse camino, ya que cuesta mucho. En Andalucía existen muchos valores emergentes.

-¿Cuál es la clave de su éxito?

-Trabajar, trabajar y trabajar para que todo salga perfecto, no defraudar a nadie y que las expectativas de la novia se cumplan. La mejor recompensa es que después de la “luna de miel” te llame la recién casada y te diga que, gracias a ti, fue feliz por un día.